Contra el voto del miedo, para desarticular el «Es lo mismo Juana que su hermana» entre las tres derechas, di dos razones. Una de letras: los programas son bien distintos; otra de ciencias: las estadísticas no pueden asegurarnos cuál será el partido más votado en cada circunscripción. Sin embargo, por los comentarios que recibo, o mis razones no eran convincentes o los utilitaristas no son convencibles.

Voy a pasarme, pues, al pragmatismo para hablar el mismo idioma. El empeño de que en las circunscripciones pequeñas, tanto Vox (sobre todo) como C's digan a sus votantes que apoyen al PP es impensable. Supondría: 1) ceder el liderazgo a Casado; 2) cerrar preelectoralmente un pacto sin negociarlo con votos reales sobre la mesa y 3) convertir en papel mojado los propios programas. «Pero -claman los prudentes- Sánchez puede aprovechar la división de la derecha para instalar su colchón en La Moncloa».

Hay dos posibilidades dignas. Una es que los tres partidos de la derecha, los tres, se pongan de acuerdo para no presentarse más que de uno en uno en las provincias que sólo tienen 3 diputados. Permitiría aprovechar la ley D'Hont en las circunscripciones con más diputados y burlarla en la de pocos y no implicaría la sumisión de nadie, sino cederse el paso en una puerta uno al otro y en la otra el otro al uno, como hacen los caballeros.

Por tanto, es muy difícil.

La segunda opción es importar del Reino Unido el intercambio de votos. Allí hay portales de internet especilizados. Según se vean las posibilidades en cada circunscripción, se van cambiando los votos, con el compromiso de votar lo que te diga otra persona a cambio de que ella vote en su circunscripción lo tuyo. Así, alguien de Cádiz muy preocupado porque un señor de Soria pueda votar a Vox, en vez de exigir por tierra, mar y aire que todos voten al PP, vota por él a los de verde aquí a cambio de que él vote en Calatañazor por Casado.

Probablemente esto no genere una traslación de votos tal que tenga una traducción en los resultados, pero es bonito por lo que implica de interés político, de conciliación entre idealismo y realismo, de iniciativa privada y de confianza en la honorabilidad del prójimo. Genera buen rollo democrático. De paso, demostraría que los partidarios del voto útil también están dispuestos a asumir restas y sacrificios. Que no es que quieran arramblarlo todo para ellos con la táctica del susto.

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