HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Campañas ambiguas

COn la excepción de la devaluada palabra fetiche 'solidaridad', sobre el papel está claro y las intenciones se suponen buenas: la primera semana de marzo está dedicada a la Solidaridad de los Pueblos que Luchan contra el Racismo y la Discriminación Racial. En la mente colectiva de cada pueblo, según zonas del mundo, y en cada mente individual, las ideas que se reflejen sobre qué cosas sean racismo y discriminación racial serán forzosamente distintas. Sospechamos que las campañas institucionales para luchar contra sentimientos naturales, aunque reprobables, de la especie humana estén dirigidas a lo que hoy se llama un perfil concreto: europeo o heredero de su tradición, hombre blanco de cultura cristiana, ciudadano de países de civilización occidental y sin ninguna carencia física de la que pueda quejarse. Todos los demás habitantes del planeta están exentos de atender las predicaciones laicas de la semana en curso.

Si un hombre blanco, cristiano y occidental, se enfrenta a un negro musulmán por algún agravio recibido de éste, será racista; si es el revés, aun sin agravio, será justicia histórica y discriminación positiva. Las palabras no hacen justicia ni revoluciones, se cambian cuando conviene para que todo siga igual. Hay herencias genéticas en el aspecto físico y herencias adquiridas por educación que son políticamente incorrectas. Nadie puede ser blanco, educado en los valores de la cultura europea, alto, guapo, profesional brillante y con los problemas económicos elementales resueltos, sin ser sospechoso de algo, intolerable para las grandes masas feas y analfabetas, pobres, envidiosas y violentas del orbe. Échese a temblar o ande con cuidado porque será juzgado como un racista en potencia, sobre todo si demuestra estar contento de ser como es y de las herencias genéticas y culturales recibidas.

Tocqueville dice que nunca se conseguirá una igualdad en la que todos estén conformes, que cuando las desigualdades naturales son normales en una sociedad, las desigualdades evidentes no se notan demasiado; pero "cuando todo está casi al mismo nivel, las más ligeras se notan tanto que causan dolor. De ahí que el ansia de igualdad sea mayor cuanta más igualdad hay." No sería la primera vez que una campaña institucional tiene el efecto contrario al pretendido. Las diferencias étnicas no son importantes siempre que no haya conflicto: entre las clases altas y cultas hay una igualdad universal, pero no busquemos lo mismo entre los pueblos. Si hay conflicto entre miembros de una misma familia, ¿cómo no los habrá con los extraños, en particular cuando tienen distintos modos de entender y de ordenar la vida y la sociedad? Sólo hace falta un agravio para que salte el resorte del enfrentamiento. Los argumentos sentimentales de los pueblos se pondrán por encima de las campañas.

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