Un gran escritor siempre dice, por eso se le sigue leyendo. El personaje de El extranjero es un pronóstico de Albert Camus sobre la vida contemporánea. Cierta toda la parafernalia existencialista, etc., pero yo creo que describe a quien habita nuestras barriadas. La divina juventud no lo puede ver, habría guerra si lo hiciere, pero su existencia es un sinsentido con una falta de horizontes que lo tolera todo, sin ética que valga. Afortunadamente, para quien lo sea, siempre hay jóvenes creyendo en un futuro que no tienen, la cadena no cesa.

La pobreza se hereda, lo dicen las estadísticas. Cuando a los veintipocos años (muchos ya con algún churumbel llorando en mitad de la noche) la falta de formación, alimentada por tecnócratas que se mueven entre la formación profesional (no para sus hijos) y su propio sueño-mérito pseudopedagógico (mientras su descendencia investiga o se prepara para las magistraturas), esa falta de una Enseñanza que equilibre las diferencias genera monstruos devoradores de basura y tardes eternas con videojuegos, series cutres o marihuana individual o colectiva. Pongan algún deporte en la bebida.

Oigo historias, principio de curso, de una chavalería abandonada a su suerte, prácticamente analfabeta: violencia, órdenes de alejamiento, expulsiones por incapacidad de control, gritos, insultos, agresiones... A éstos quiere el Ministerio evaluar por criterios y que entiendan una verborrea que, se lo juro, después de 30 años enseñando a Hegel, Kant, Schopenhauer y hasta a Heidegger, yo no consigo comprender; hasta el extremo de que no conozco a nadie que no diga (y esto incluye a inspectores y directivas): "Tú haz lo de siempre, y corta y pega la legislación".

He aquí el preámbulo fabuloso de un mitin de la izquierda reivindicativa. Pero no lo es, es el preludio de quien actúa sin sentidos ni razones, de quien llena de símbolos su vida porque no llega a los contenidos, de quien no conoce más que a la gente de su calle y los demás son peligro, de quien violenta la Ley porque todos lo hacen, de quien ve en el trapicheo una forma de no ser esclavo por la manutención, y sin embargo lo es.

Primero dejamos que fantaseen los idiotas con clase, después llegan los sin clase que se creen esa fantasía, por fin la chavalería que se forma en la majadería y ya estaremos preparados para que "el trabajo nos haga libres".

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