Canción e ideología

Coincide la nostalgia por la marcha del trovador cubano con la súbita reaparición en los medios de Joaquín Sabina

Cuando escribo, aún están calientes los teletipos con la noticia de la muerte del cantante Pablo Milanés, uno de los pocos supervivientes que, junto a Silvio Rodríguez, mantenían con mucha dignidad y alguna contradicción la vigencia de la canción de autor en la época más álgida del siglo XX, cuando el régimen entonces vigoroso de Fidel Castro representaba para muchos, más allá incluso de los inmensos atardeceres de La Habana, una noble y sureña resistencia contra la arrogancia del vecino grandón del norte, antes de que las buenas palabras cayeran por el tobogán de la incuria, como venían clamando desde hacía tiempo compatriotas suyos como Leonardo Padura o Cabrera Infante.

Coincide en el tiempo esta nostalgia por la marcha del trovador cubano con la súbita reaparición en los medios de Joaquín Sabina, vecino suyo un tiempo por cierto en la madrileña plaza de Tirso de Molina, para presentar disco, documental y gira, previa confesión de que "ya no es tan de izquierdas", la cual ha cogido tan descolocada a la banda bolchevique de las redes sociales, que tiempo ha faltado para montarle un juicio sumarísimo que más parecían los que por desgracia abundaron por Cuba, la Unión Soviética…o aquí mismo. Sabina, de vuelta desde hace ya tiempo y con una autoridad más que ganada a base de reconocimientos a su talento, en realidad no ha hecho otra cosa que resituar la posición de muchos intelectuales comprometidos, no necesariamente cantantes, ante la realidad social de esta época.

Porque hoy, cuando toda la izquierda anda enredada en debates tan poco sensibles a las necesidades del ciudadano común como la memoria histórica o el lenguaje inclusivo mientras por detrás pierde la dignidad pactando la libertad de delincuentes confesos cuando no provoca con sus torpes actos la excarcelación de maltratadores, cualquiera con dos dedos de frente rehúye el debate para resguardarse en un izquierdismo social y amable de raíz más cultural que otra cosa. Hace cincuenta años, el inconformismo libertario de Sabina lo llevó a huir de su propia casa para instalarse en Inglaterra, mientras Pablo Milanés componía el conmovedor Yo pisaré las calles nuevamente contra la dictadura de Pinochet. La otra mañana, un cantante, apenas aprendiz de estos dos maestros, reivindicaba su activismo en Twitter mostrándose en manifestación por la sanidad pública contra la malvada Ayuso. Definitivamente, ya nada es lo que era.

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