Prosigue el verano con su oferta de músicas, tan pródiga, y me atrevo de nuevo a trasladarles las impresiones de algunas de las escuchas encontradas en estas noches estivales. Así, las del interesante ciclo M.I.M.A. (Músicas improvisadas en el Museo Arqueológico), que clausuró hace unos días el guitarrista Luis Balaguer con su obra más reciente, Canciones del Estrecho, un disco con diez composiciones propias interpretadas con la desnudez de la guitarra sola. Luis, que es profesor de guitarra flamenca en el Conservatorio de Jerez, lleva entre nosotros decenios, pero nació y se crio en Algeciras. Su tierra de origen palpita en las piezas que componen una obra que resulta ser un itinerario vital por el que el propio autor nos guía a lo largo del concierto. En él, está la infancia, «la única patria», en el recuerdo del sol de mediodía y en una geografía que, con un componente de misterio, ofrece la visión de otra tierra, Estrecho de por medio, a nueve millas. El descubrimiento de aquellos límites, con Tánger como destino y morada de no pocas vivencias, será el contrapunto adulto de aquel origen primero. Cada una de las sensaciones recogidas y sentidas en las paradas del recorrido son trasladadas a esas canciones que no tienen palabras, pero hablan por sí solas, como el trémolo que evoca la lluvia en el café del acantilado. El árbol baniano ('Gran Banyan'), 'La senda que la arena borró' o 'El jardín de los Inmortales' son otros motivos que inspiran unas piezas siempre intimistas y llenas de lirismo. Con cada una de ellas, el guitarrista crea pequeños microcosmos que, dentro de una unidad estética que remite al propio autor, tienen una vida propia, y sí, resultan ser canciones con melodías y armonías que les otorgan una identidad distintiva. Con ellas es posible trasladarse y demorarse con libertad en cualquier estación, que es siempre lo mejor de un viaje.

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