El balcón

Ignacio / Martínez

Cara y cruz

MALAS noticias de Egipto, que causan sin embargo un suspiro de alivio en la vieja Europa. Hipocresía se llama eso. Queremos democracias en el sur del Mediterráneo y en América Latina, pero no nos gustan los fundamentalistas: ni los islamistas, ni los anticapitalistas. Se impone el pragmatismo; o sea, los intereses. El mismo suspiro se oyó hace dos décadas por un caso parecido en Argelia: El Frente Islámico de Salvación ganó las elecciones municipales de 1990 y dominaba las principales ciudades del país. En las elecciones generales del año siguiente consiguió en la primera vuelta una cuarta parte del censo. Y cuando iba a ratificar su victoria en la segunda vuelta, el presidente Benyedid dio un autogolpe y suspendió el proceso. Antes de volver a hacer una parodia de elecciones, se ilegalizó al FIS y literalmente se les pasó a cuchillo. Mientras, Europa silbaba.

Ahora en Egipto el primer presidente civil en sesenta años es depuesto por el auténtico poder del país: el ejército, que dio un golpe de Estado en 1952 y ha proporcionado los cuatro presidentes de este periodo: Naguib, Nasser, Sadat y Mubarak. De la mano de Mubarak, general del Aire antes de ser vicepresidente y presidente, los militares penetraron todos los estamentos de la Administración y las empresas estatales para convertir a la nación en lo que se ha calificado una república castrense. Un régimen que cuenta con el apoyo expreso de Estados Unidos. Y el beneplácito de Israel, país que presume de ser la única democracia de la zona, pero prefiere determinadas dictaduras alrededor. Hipocresía se llama eso.

Indirectamente, este acontecimiento beneficia al turismo andaluz. Aquí aparecen nuestros intereses. Cada vez que hay una tormenta política en el Mediterráneo, en la antigua Yugoslavia, Turquía, Túnez, Marruecos, Grecia o Egipto, hay un importante flujo turístico de los grandes países emisores que cambia su destino por otro a una distancia similar de avión, en el entorno de dos horas y media de viaje. Así, Andalucía puede ver aumentar el número de británicos, alemanes y franceses sustancialmente. No es descabellado pensar en uno o dos millones de turistas suplementarios este verano.

Esa buena noticia tiene un riesgo. Una afluencia sobrevenida de tal calibre por circunstancias ajenas no ayuda precisamente a que el sector espabile. En general, las acciones de modernización e innovación se han producido cuando la industria le ha visto las orejas al lobo. Así que no debería olvidarse la renovación si desde 23 nos vamos a 25 millones de turistas este año. En la lista de asignaturas pendientes hay que añadir la integración de las escuelas públicas de turismo, que la Junta ha ido dispersando hasta en tres consejerías: Turismo, Empleo y Educación. La burocracia le ha dado un rejón de muerte a La Cónsula de Málaga, una fábrica de estrellas Michelin de prestigio mundial. Incompetencia administrativa se llama eso. Cara y cruz.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios