Crónicas levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

Carpaccio de yak

POR sus vacaciones los conoceréis. Mariano Rajoy ha vuelto a tener el tino de pasar unos cuantos días en el palacio de las Marismillas de Doñana, un edificio elegante, pero de distribución austera, donde, además de los dormitorios, sólo hay un gran salón familiar y un comedor cuya larga mesa -una puerta restaurada y transformada- sirvió para exhibir el cuerpo de Buenaventura Durruti después de ser tiroteado por la espalda en las trincheras de Madrid. Rajoy debería emplear más este recóndito aposento para mejorar algo de lo que no quiere saber: las relaciones internacionales. Blair, Kohl y Mitterrand se pasearon por las dunas, pero los Rajoy no han hecho migas, como los Aznar y los González, con ningún matrimonio de dignatarios. Luego se marcha a la costa pontevedresa, lo que no está tampoco nada mal. Griñán lleva años veraneando en Lugo porque tiene a sus hijos más cerca, pasa menos calor y le resulta más barato alquilar una casa en Galicia que en su antiguo lugar de vacaciones: El Palmar de Vejer, donde la concepción conileña del negocio alcanza uno de sus mayores logros.

Soraya Sáenz de Santamaría demuestra gusto al marcharse a Portugal, y Ana Mato seguirá con sus lecciones de sociología andaluza en Vistahermosa, allí donde la ministra alcanzó a comprender que los colegiales andaluces eran analfabetos. Y sus padres y la Junta lo permitían.

Pero quien, realmente, ha revelado sus interiores psicológicos es Angela Merkel, la canciller, que lleva años acudiendo a los mismos lugares de vacaciones. Una semana en Bayreuth, un pequeño pueblo de los Alpes austriacos donde se celebra anualmente durante estos días un festival dedicado a Wagner, y en el que su marido es conocido como el fantasma de la ópera, porque, al parecer, el señor no habla con nadie y se las pira una vez que acaba el espectáculo. Después, siguiendo su propia tradición, Merkel marcha a Solda, ya en Italia, donde se dedica a hacer senderismo. Se instala siempre en el Hotel Marlet, que suele tener la habitación doble a 160 euros. Un pueblo pequeño, situado a 1.900 metros de altura, que le permite a la canciller adentrarse en las montañas idílicas del Tirol italiano. Un restaurante de Solda que frecuenta se llama -atención- Yeti & Yak, y su plato más famoso es el carpaccio de yak, no sé si llegado del Himalaya. Cuenta la leyenda urbana que la carne cruda del buey de las nieves le da fuerzas para seguir apretándole el cinturón a quienes prefieren la playa, la siesta y el vino.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios