Querido primo: He recibido tu carta en la que te quejas del verano. La verdad es que no coincido contigo en casi nada. Me dices que por las noches no puedes dormir, que hace mucho calor y que es imposible. A mí eso no me pasa. Yo abro la terraza o la ventana y me entra un fresquito estupendo. Si no, lo que tienes que hacer es poner un aire acondicionado, que imagino que con tu sueldo de auxiliar administrativo, podrás ponerlo; aunque sea haciendo un esfuerzo con la hipoteca, la factura de la luz, la del gas, la del teléfono, la gasolina, el uniforme de tus niños y la cesta de la compra.

En cuanto a que odias los bichos en verano, será que tu mujer o tú no limpiáis lo suficiente. Me ha hecho mucha gracia que se te llenara de hormigas el jamón de Jabugo que te envié por tu cumpleaños. ¿A quién se le ocurre dejarlo sin nada para protegerlo? A mí, ya te digo, no me pasa nada de eso en verano.

En realidad me das un poco de pena, primo. Te imagino en la cocina, preparándote un refrigerio o el almuerzo, pegado a la vitrocerámica o al horno, y se me ponen los pelos de gallina. Tiene que ser un putada que tengas que irte hasta la cocina cada vez que haya que hacerse el papeo.

De todas maneras, no sé de qué te quejas. Tienes un mes de vacaciones, ganas ochocientos euros al mes, y tienes a una mujer que es una santa. ¿Que la playa te coge a ciento cuarenta kilómetros? Tampoco hay para tanto. Eso sí, ya te podías haber comprado un coche nuevo, y no aventurarte a la costa en esa tartana más vieja que la tos, que eres más agarrado que una pelea de chimpancés.

Bueno, anímate y piensa que ahí mismo está septiembre. Dentro de nada refrescará por las noches. Hala, paciencia y a ver si un día de estos os invito al yate a daros un bañito. Te dejo, creo que el cocinero ya me tiene preparada la cena. Un abrazo, primo.