la columna

Luisa Fernanda Cuéllar Vázquez /

Casablanca

EL pasado 26 de noviembre se cumplieron sesenta y nueve años del estreno de la película "Casablanca". Quienes presenciaron aquel acontecimiento nos han contado las anécdotas del filme. Anécdotas lejanas, pero también cercanas, porque lo que ocurre entre Ilsa y Rick nos atañe a todos.

Aunque muchos no conocimos aquella época hemos tarareado más de una vez "As time goes by", la memorable melodía cantada por el personaje de Sam, que nos recuerda que un beso es un beso y que un suspiro es solo un suspiro, ya que las cosas fundamentales ocurren a medida que pasa el tiempo. Y el tiempo ha pasado.

Casablanca es un ejemplo de que en ocasiones las cosas grandes no se planean sino que la vida les va dando su lugar. Se dice que cuando se solicitó que Ingrid Bergman fuera la protagonista, no se tenía escrito el guión. En pleno rodaje se fueron improvisando los diálogos y la historia cambiaba cada día.

Ni la Bergman ni Humphrey Bogart sabían cual iba a ser el final. Nadie les podía responder esa pregunta. Ellos simplemente se limitaron a seguir las instrucciones del director y a llenar la pantalla con sus actuaciones.

Para Bogart, fue la oportunidad de hacer un papel que le permitía salirse del llamado cine negro. Así, sin dejar de lado la rudeza de su carácter, pudo transmitir el sentimiento de un hombre que ama intensamente a una mujer y se debate entre detenerla a su lado o dejarla ir con un marido a quien ella, más que amar, admiraba.

Cuando se filmó la película iba a ser una más de las tantas que el estudio de cine solía hacer cada año. No hubo nada especial en su realización. Pero de alguna manera las hadas hicieron su aparición y se bordó con hilo de oro el desarrollo y el desenlace de la misma.

Y es que esta historia es eterna. Nunca pasa de moda. El amor es siempre el eje de nuestras vidas. Lo que nos llena de energía para continuar. Lo que nos impulsa para superarnos. Lo que nos hace dejar atrás los malos momentos y centrarnos en lo fundamental, en el intangible más preciado de todos, en ese algo que solemos llamar amor.

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