Casado, el mejor

Para gobernar tendría que pactar con los radicales a los que criticó previamente, como Sánchez o como Moreno

Pablo Casado hizo los mejores discursos en la moción de censura, tanto en su primera intervención leída como en las brillantes réplicas sin papeles a Abascal y a Iglesias. Ganó ambos intercambios con una suficiencia sorprendente si nos atenemos a su meliflua condescendencia con la extrema derecha desde que está al frente del PP y a la escasa autoridad que ha mostrado en su desempeño como jefe de la oposición. De tener continuidad, sus elocuentes intervenciones marcarían una refundación del PP. Por utilizar sus palabras, lo situaría entre la nación de naciones que defiende la coalición gobernante con sus apoyos parlamentarios, y la España grande y libre de Vox.

Sus ataques dejaron a Abascal sonado, pero el candidato ya llegó en las últimas al final del debate. El presidente de Vox viste los trajes ajustados, casi de una talla menos, pero el formato de la moción le vino anchísimo. Es un polemista, no un buen orador. Su propuesta de más de dos horas lo dejó en evidencia. Mostró su desagrado con la realidad y su pesimismo sobre el futuro en un perfecto discurso reaccionario. Estuvo contra medidas sensatas de confinamiento para detener la epidemia, contra la Unión Europea y la globalización, por la autarquía y el aislacionismo en una ensalada extravagante en la que mezcló a China y la URSS, Hitler y Soros. Sale humillado de su intento de liderar la derecha y con un bofetón sonoro de toda la Cámara, que hace un férreo cordón sanitario al populismo antiliberal.

La desavenencia de Casado con Vox puede ser tan táctica como las magnas descalificaciones que Sánchez hizo de Podemos meses antes de unir sus destinos como si no hubiese pasado nada. Pero deja en apuros a los gobiernos de Andalucía, Madrid y Murcia, aunque la extrema derecha no tiene capacidad para derribarlos. Una tormenta de arena se cierne sobre el oasis andaluz, donde el Gobierno regional ha sido obsequioso con su socio de legislatura: por ejemplo, arruinando la comisión de reconstrucción al darle la presidencia al único grupo que estaba en contra de su creación.

Abascal ha tenido la virtud de hacer aflorar al mejor Casado, que ha presentado sus credenciales para aspirar a la presidencia. Y alguien que pretenda dirigir la nación necesita manifestarse en contra de los extremismos, incluidos los de su facción. Pero también debe cumplir toda la Constitución y por tanto renovar el poder judicial. Después, en caso de tener éxito, para gobernar posiblemente se vería obligado a pactar con los radicales a los que había previamente criticado. Como Sánchez. O como Moreno.

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