EN los años setenta del siglo XVIII se produce en Jerez un enfrentamiento entre dos poderosos sectores sociales por el control de la industria del vino, que por entonces vive un fuerte crecimiento. Son la vieja oligarquía cosechera y la emergente burguesía vinatera exportadora. La lucha de esta última por lograr la liberalización del sector desembocó en un pleito contra el Gremio de la Vinatería, controlado por la nobleza. Dos grupos que esos mismos años escenificarán su rivalidad asimismo con la construcción de suntuosas viviendas. Por un lado, estarán pioneros bodegueros como Juan Haurie o Antonio Cabezas; por otro, familias como los Dávila, los Carrizosa, los Villavicencio o los Panés.

No es la primera vez que saco a relucir en este rincón de Diario de Jerez la arquitectura doméstica del Setecientos en la ciudad. En esta ocasión vuelvo a retomar este llamativo tema para divulgar las últimas investigaciones que sobre este asunto he abordado recientemente. Investigaciones que acaban de ser recogidas en un artículo incluido dentro del libro 'De las Cepas a las Copas. El vino de Jerez desde la Edad Media hasta nuestros días'. Esta publicación, que en fechas próximas será presentada, reúne parte del contenido del congreso que bajo el mismo título se celebró en 2019 y fue organizado por el Ayuntamiento, la Universidad Pablo de Olavide y la Asociación Jerezana de Amigos del Archivo, editores ahora de una obra que pretende ser una referencia obligada para el conocimiento de esta crucial parcela de la Historia local.

Durante las próximas semanas desfilarán por aquí diferentes casas dieciochescas que suponen un capítulo muy destacado de nuestra arquitectura. Resultado de una emulación, de una lucha por el preeminencia, en una sociedad en transformación que vive en lo artístico los últimos aleteos del Barroco.

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