Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Cásate, pero no salpiques

A las despedidas de soltero cabe aplicarles la frase de Groucho Marx: partiendo de la nada han alcanzado las más altas cotas de la miseria. El rito de paso que en otro tiempo consistía en una cena y unas copas, y quizá un paseo por el lado salvaje, es hoy un exigente programa de actividades en pandilla. Es evidente que cada uno puede hacer lo que le venga en gana, incluido el ridículo en público, con ostentación y disfraces patéticos, pruebas impuestas al casamentero, cogorzas en cuadrilla: un fin de semana temático de un nicho turístico hipertrofiado y del todo incomprensible para carpetovetónicos como quien suscribe. El británico que llega cocido al aeropuerto a la ida y a la vuelta y, sobre todo, se cuece en alcohol en medio de sus vacaciones se convierte en un visitante casi entrañable, diríase que artesanal, al lado del turista solterial.

Hace apenas un mes fui testigo de una bronca de unos veinte jóvenes -en su treintena y con aspecto de tener estudios y trabajo- en un restaurante de una ciudad costera. Entre que te meto y no te meto, entre abrazos y empujones, los beodos con camiseta temática meaban por turnos en la puerta de un museo contiguo: los caminos del turismo son inescrutables y contradictorios, y la demanda de desfase encuentra su media naranja en un paquete de actividades lúdicas a la medida (divertirse de cualquier forma es un derecho inalienable hoy día). Según la Ley de Say, la oferta crea su propia demanda; en este caso, en forma de programas de fin de semana confeccionados a estos efectos. Un negocio bumerán, que a la postre trae ruina.

Esta semana hemos sabido por este periódico que un bar de Málaga prohibió la entrada a un pelotón de despedidores. Las razones son claras: al establecimiento no le sale la cuenta, dentro de la cual resta el espanto de otros clientes, la probable bronca o el riesgo para el personal que se gana su jornal. Los muchachos -en este caso, varones- pidieron una hoja de reclamaciones, en cuyo epígrafe de Motivos sólo escribieron "Maricona", con letras bien grandes. Sobran más palabras, sin duda. Todas las ciudades con tirón turístico y a tiro de vuelo de bajo coste son objeto del deseo de despedidas de soltero en manada, cuyo atrezzo no sólo incluye las camisetas graciosillas, sino tocados nabales -de nabo-, sombreros horteras o vestidos de bailarina que luce quien deja la soltería. En fin, allá ellos. Allá el turismo. Pero es de esperar que el ejemplo de este bar malagueño se vaya haciendo norma. Por defensa propia de la industria turística. Por caridad...

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