Le debemos algo a Trump. Este desdén a los exasperados aspavientos de los nacionalistas catalanes. El trumpazo los ha redimensionado en el mundo. Está claro que es un problemilla que los españoles tenemos que encarar seriamente, pero es mucho mejor hacerlo en sus justas proporciones. Tradicionalmente, los españoles, incluyendo a los catalanes no nacionalistas, y a los políticos, y a los padres de la Constitución, nos hemos contagiado de la histeria nacionalista.

Nos ha pasado lo que al bueno de Tobías con el monstruo aquel. Al cruzar un río, se vio atacado por un inmenso engendro subacuático que iba a engullirle. Pidió socorro a su acompañante, que era el arcángel Rafael de incógnito, y éste le aconsejó, sencillamente, que lo trincara por las agallas, y lo sacase del agua. Ya en la orilla, vieron que no era para tanto y se lo merendaron, guardando el corazón y el hígado para un asunto romántico, que salió bien, y también la hiel, que luego les vendría como anillo al dedo o como colutorio al ojo.

Todos hemos experimentado como el roce de cualquier bicho bajo el agua es terrorífico y nuestro terror lo magnifica. Eugenio d'Ors veía en este episodio bíblico una llamada a sacar los problemas de cualquier tipo del magma informe en que se nos presentan. En la orilla, serán más pequeños, y hasta sabrosos, con suerte. Con respecto al asunto catalán, hay que aprovechar que el interés que ha despertado Trump nos ha puesto a todos en órbita con la política internacional, para sacar esta pescadilla (que se muerde la cola) del catalanismo a la orilla de la realidad mundial, y ver qué pequeñita es.

Que no quiere decir que no la agarremos de las agallas, sino todo lo contrario. Habrá que hincarle el diente de la legalidad vigente y dejarnos ya de chapotear en el vado, sin acabar de cruzarlo de una vez.

Seguro que bastantes de ustedes, como yo, por mucho que sintamos en el alma la cuestión nacional, ahora, haciéndonos al vértigo de la figura de Trump, cuando oímos a Artur Mas, caemos en la cuenta de su tamaño menguante y el de los otros portavoces del nacionalismo. Haríamos muy mal en desaprovechar esta oportunidad que ha traído el impacto Trump sobre la mentalidad colectiva. Ya le criticaremos ácidamente cuando haga cosas que no nos gusten, pero no dejemos pasar ninguna ocasión para pensar por una vez en la cuestión catalana con una proporción más ajustada al tamaño del mundo.

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