HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

De Cataluña vengo

NO debería escribir sobre Cataluña, menos importante que los atentados de Nueva York que se recuerdan hoy, pero mañana será otro día. Me he acordado de la vieja canción infantil de corro que oíamos de niños: 'De Cataluña vengo/ de servir al Rey/ y traigo la licencia/ de mi coronel', señal de que en Cataluña se servía al Rey como en cualquier otro lugar de España. La cantaban las niñas formando una rueda. Los niños no podíamos participar en estos cantos, a pesar de lo apropiado de la letra, por considerarse femeninos. Para los varones estaban los cánticos religiosos en la capilla y los de marcha, marciales pero no políticos. He recordado la canción al ver que el nacionalismo reciente de Cataluña, hijo del moderado regionalismo y padre del independentismo delirante, está jaleado por un gobierno español que pasará a la historia en las páginas de las infamias. Los gobiernos irresponsables acaban por gobernar sobre fragmentos.

Carlomagno pudo crear la Marca Hispánica como defensa contra el Islam invasor porque a un lado y otro de los Pirineos éramos de la misma cultura, cristianos que hablaban todavía latín, cuando Hispania era Hispania y faltaban siglos para que Cataluña tuviera este nombre. Muy a principios del siglo IX, Ludovico Pío (Luis el Piadoso), por mandato de Carlomagno, su padre, funda el condado de Barcelona. En los documentos de la época se distinguen los francos, pronto franceses, de los españoles, el gentilicio usado por los provenzales para nombrar a los naturales del sur de los Pirineos. Éramos tan parecidos a ambos lados de la cordillera que aceptamos con naturalidad un nombre que entonces no nos parecía extranjero y que hoy lo sería: 'español', una excepción entre los pueblos y naciones del mundo. El condado de Barcelona, junto con otros condados de la zona, pertenecía al ducado de Septimania y éste al reino franco.

Las leyes protectoras otorgadas al condado de Barcelona dicen que "muchos españoles, no pudiendo soportar el yugo de los infieles y las crueldades que éstos ejercen entre los cristianos, han abandonado sus bienes en aquel país y han venido a buscar asilo en nuestra Septimania, o en aquella parte de España que nos obedece." Parte del territorio que más tarde se llamaría Cataluña obedeció por conveniencia al reino franco y por la misma razón dejó de obedecerle, para integrarse en su nación natural como españoles. Me decía un conocido, nacionalista catalán, que no podemos remitirnos a la Historia para argumentar que Cataluña no es una nación ni lo fue nunca. ¿A qué entonces?, ¿a la Teología? Cataluña empezó a llamarse nación tímidamente en el siglo XIX, no con razones históricas de peso, sino negando la existencia de la nación española, forma indirecta de crear la fábula. Por interés político, la estrategia del gobierno español en este asunto es un escándalo que no sabemos cuándo se detendrá.

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