HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Causa de escándalo

M E lo advirtió un amigo al poco tiempo de empezar a escribir artículos: "Ten en cuenta que el sentido común es hoy causa de escándalo, pero para escribir artículos el sentido común es imprescindible." Luego he comprobado por mí mismo que no sólo es causa de escándalo, sino de intento de censura y, cuando hay oportunidad, de castigo. ¿Qué puedo hacer? En el sentido común fui educado y ya es tarde para tomar otra senda. En España cada vez que hay elecciones generales parece que votamos a un nuevo régimen y no a un nuevo gobierno de una democracia que ya va teniendo solera. Así se explica que las opiniones de la Reina, otras veces de la Iglesia, de catedráticos prestigiosos o de simples particulares que escriben en los periódicos sean motivo de protestas y de peticiones de censura, destituciones y escarmientos. Nadie debe hacer caso, de la Reina abajo, porque estaríamos poniendo en cuestión la propia democracia.

Que llamar "matrimonio" a las uniones de personas del mismo sexo es un gran disparate se ha dicho de todas las maneras. Sigue siendo un despropósito pero se mantiene porque se cree erróneamente que se trata del progreso de un Gobierno que quiere dar pruebas de progresismo. La ley es innecesaria y el nombre de "matrimonio" un signo de incultura lingüística. La incultura también debe ser un progreso porque iguala. El divorcio, el aborto y la eutanasia repugnan a mucha gente, pero la realidad social hace necesarias unas leyes para regular ciertos casos, pero no dando facilidades sino poniendo muchos inconvenientes para evitar picardías y delitos. El divorcio tal vez se pueda considerar un progreso en casos muy concretos. Ni el aborto ni la eutanasia son progresos, es más bien volver a las sociedades tribales que abandonaban a los viejos y los condenaban a una muerte segura y mataban a los niños al nacer cuando la tribu crecía y no había alimentos para todos. Recomiendo una vez más leer a Marvin Harris.

No sé con quiénes hablarán los miembros de las asociaciones que vociferan cuando se expone en público una opinión contraria a las suyas. Hablarán sólo con convencidos, como en las sectas. Los que tenemos costumbre de hablar con mucha gente sabemos que las opiniones de la Reina son muy comunes en privado, sus opiniones y otros muchos pensamientos que no se pueden decir en voz alta sin riesgo de ser denunciado, proscrito y excluido de la sociedad. Sobre la intolerancia y la muerte civil escribió muy atinadamente Tocqueville. También sería bueno leerlo. Lo diremos de nuevo: las sociedades civilizadas se distinguen de las que no lo son, en que en las primeras todo está sujeto a la crítica y al análisis, y en las segundas se declara la guerra si se les mienta la madre. Nos queda resistir en el pensamiento liberal europeo, civilizador del mundo, y confiar en que la democracia no siga mermando.

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