HAN caído. Hizo falta un año, pero finalmente cayeron los asesinos de Carlos Alonso Estacio y Diego Armando Palate, los dos inmigrantes ecuatorianos que perdieron la vida al explotar una bomba en el aparcamiento de la terminal T-4 de Barajas. Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado ha trabajado de forma eficaz y han detenido a los terroristas.

La versión oficial apuntaba hace tres días que la detención de Igor Portu y Martín Sarasola se debió a un control rutinario, pero ahora que conocemos la verdad, que sabemos que ellos eran los autores materiales del atentado de Barajas, podemos afirmar sin lugar a duda que no hubo nada de rutina en el control, que eran seguidos desde tiempo atrás por la Guardia Civil y que sabían que se encontraban ante un comando peligroso, un comando asesino.

Nada es casual en el trabajo de la Policía y la Guardia Civil. Ni la detención de Urrusolo en su momento se debió a un control ni se llegó al zulo donde estaba secuestrado Ortega Lara al encontrar un papel con la palabra Boli. Tenemos unos cuerpos de seguridad que trabajan bien, son expertos en la localización y seguimiento de etarras, han conseguido hacerse con eficaces fuentes de información y hasta es posible que cuenten con algún topo dentro de la banda terrorista... o con un terrorista que les pase datos sobre los atentados que preparan.

Enhorabuena al ministro Rubalcaba, al director general Camacho, y a todos y cada uno de quienes forman parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Las detenciones nos permite recuperar la confianza en los responsables de nuestra seguridad después de tanto tiempo de vivir episodios en los que era difícil ver la luz con un presidente que no seguía el camino más adecuado. Sarasola y Portu no sólo pagarán por el asesinato de dos personas, sino que su detención impide que lleven a cabo el gran atentado que preparaban en una de las más importantes zonas empresariales de Madrid.

Por otra parte, se borra la vergüenza generalizada que sufrimos hace año y medio cuando tres etarras se presentaron encapuchados en la campa de Aritxulegui y dispararon tiros al aire entre los gritos de apoyo de los asistentes, sin que nadie pudiera detenerles a pesar de que había guardias civiles camuflados entre el público. Pero eran tiempos en los que se negociaba con ETA y desde el Gobierno se actuaba con escasa contundencia con los terroristas, a no ser que se tratara de miembros de ETA dispuestos a cometer un atentado. Sarasola y Portu eran dos de los etarras que regocijaron con sus tiros al aire a los asistentes a aquella concentración que cualquiera con un mínimo de sensibilidad calificaría de filoterrorista. Pero no cantemos victoria: ETA responde con fuerza cuando sufre un golpe serio como el de ahora.

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