Ceguera

Hay una realidad política que la izquierda desconoce por completo: la gente humilde ama a su país

En la tarde del uno de octubre pasado, cuando las cargas policiales en Cataluña, muchos de nosotros tuvimos la sensación de vivir en un Estado fallido. Después de hablar con un amigo que lo veía todo negrísimo -el hundimiento económico, el caos político-, me entró tal desasosiego que me puse a caminar sin rumbo. No sé por qué, mis pasos me llevaron hacia las afueras de la ciudad, hacia los barrios obreros que casi nadie visita si no es a causa de una urgencia o una necesidad. Y de pronto me encontré con esos edificios en los que la ropa cuelga en los tendederos bajo las ventanas. Edificios de gente que vive con la pensión del abuelo y una ayuda social. Edificios de gente que ha sido arrollada por la crisis económica y que no tiene ningún motivo para sentirse satisfecha con la situación que vive.

Y de repente las vi. Una bandera en una ventana, en lo más alto de un edifico que se caía de viejo. Y otra colgada junto a una bandera del Sevilla y unas zapatillas deportivas oreándose en el alféizar. Y más allá, en otro edificio en el que unas pancartas reclamaban ascensores para los ancianos, una pequeña bandera española junto a otra de la República Dominicana. Y había más, ondeando en las ventanas abiertas de par en par por el calor, junto a la jaula del canario y el tiesto de geranios, o al lado de la bombona de butano y un hombre de torso desnudo que miraba la calle.

La mayoría de esa gente no tenía ningún motivo racional para poner la bandera española en el balcón. Pero allí estaba la bandera. ¿Por qué? Por una razón que la izquierda desconoce por completo: porque la gente humilde ama a su país. Y lo mismo que desprecia a los políticos corruptos que lo saquean, se siente muy dolida cuando ve que su país está viviendo una situación injusta. Nuestra izquierda radical -tan intelectualoide ella- no ha querido reconocer que toda la ideología del nacionalismo catalán se basa en el desprecio hacia los inmigrantes andaluces (y manchegos y extremeños) que se han ido a vivir a Cataluña. Pero eso sí que lo sabe el pueblo llano que tiene primos y familiares que han sufrido esa situación. Por eso mismo esa gente se ha opuesto con todas sus fuerzas al nacionalismo supremacista de los catalanes. Y por eso ha llenado de banderas las ventanas de sus casas.

Si la izquierda no se da cuenta de una realidad tan evidente, seguirá estando ciega. Y perdida.

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