Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Celebración del desorden

Con la muerte de Vicente Verdú se resiente el columnismo de ideas, ejercido desde la libertad individual, creativo e innovador

"Lo correspondiente a la vida es el desarreglo y aceptar el desorden y diferentes desórdenes es condición para la serenidad". (Vicente Verdú. 'No Ficción')

El martes murió Vicente Verdú. El columnismo se resentirá. No el columnismo zafio, bravucón y pendenciero de todos esos que se creen recios y corajudos polemistas cuando no hacen más que fanfarronear como foreros en su madriguera de internet para azuzar con lo más inspirado de su hooliganismo político, su sectarismo ideológico o su fanatismo religioso. Ese que practican todos esos escribas que pululan por ahí con las ideas fijas y muy claras bombardeando con su homiliario de lo que es bueno y es malo, según tengan el púlpito anclado a la columna de la derecha o de la izquierda.

No, se resentirá ese otro columnismo de ideas, creativo, innovador, ejercido desde la libertad individual, reflexivo, exigente consigo mismo y con el lector, indagador de lo mundano y escrutador de lo cotidiano, con aversión al sentimentalismo y preferencia por la concentración y mucho más atento a lo que ocultan los vaivenes sociales que al mero movimiento, ese que contempla el resto, embobado con el espectáculo superficial -lo que sus mercaderes quieren que se vea para acabar consumiéndolo- mientras se conforma con rumorear, actividad para la que todos estamos sobradamente capacitados sin necesidad de ningún máster -regalado o no- y que deja pingües beneficios a avispados individuos del mundo del marketing que basan su éxito en la estrategia del rumor. Él mismo, Verdú, lo contó en su ensayo El capitalismo funeral.

De él había recortado -porque hay cosas que merece la pena conservar en papel en esta Era Digital- su artículo del 13 de julio El desencanto de la novedad, un columnón que cimenta con el muermo del último Mundial de fútbol -por cierto, ¿cuántos cronistas deportivos han leído su libro El fútbol: mitos, ritos y símbolos?- para construir un sólido texto sobre el deslucimiento, la carcoma, la inercia y el hastío de estos tiempos, a los que errónea (pero interesadamente) se les confiere el sello de novedosos y estimulantes mientras nos empachan con torrijas de anestesia. Al leerlo deduje que se rigió por su máxima de No Ficción: "Entonces, ¿por qué escribir? Decididamente sólo por pasar el rato. Esta es la consigna que mayor calma aporta. Mientras se escriba para ser mejor o ser más querido o ser más, se desata la ansiedad y chisporrotean los nervios".

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