¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Centenario

Asistimos a la celebración desmesurada del 50 aniversario del Mayo del 68, aquella explosión de hormonas y consignas

El Año Lorca, celebrado en 1998 para recordar el centenario de su nacimiento, provocó que, durante los 20 años posteriores, el nombre del de Fuente Vaqueros apenas lo pronunciasen Ian Gibson (convertido en un enloquecido desenterrador de cuento victoriano) y otros profesionales de la memoria histórica. Tal fue el efecto de empalago que provocó la avalancha de publicaciones, congresos, documentales, obras de teatro y programas de radio sobre el poeta, que incluso el personal más ilustrado y letraherido mandó sus obras completas al rincón más alto e inaccesible de sus bibliotecas. En general, cundió una necesidad de desintoxicarse de las metáforas del que Borges (gran aficionado a las malicias un tanto bobaliconas de solterón, algo que siempre fue incluso ya casado) calificó como un "andaluz profesional". De algo sirvió la experiencia y, años después, cuando se celebró en 2002 el centenario del nacimiento de Luis Cernuda, dirigido elegantemente por Jacobo Cortines, se optó por una programación más comedida y certera. El resultado es que muchos poetas actuales reconocen al autor de Ocnos como uno de sus influencias más decisivas.

En general, los centenarios y grandes conmemoraciones son el producto inevitable de ese monstruo llamado industria cultural, un enorme conglomerado de intereses políticos y económicos (en España supone el 3,2% del PIB) al que no son ajenos los grandes medios de comunicación. No hay ninguna objeción: crean riqueza y empleo y, al que no le guste, siempre tiene la opción de ignorarlo, aunque esta tarea no es del todo fácil si no se vive como un anacoreta. Pero lo que nos interesa resaltar aquí es el interés político de muchas de estas conmemoraciones. Por ejemplo, no fue una casualidad que el Gobierno de Felipe González celebrase a bombo y platillo, en 1988, el segundo centenario de la muerte de Carlos III, un rey al que se presentaba como ilustrado y progresista, muy en la línea de la España que quería aquel PSOE de venerables. Igualmente, tampoco fue una casualidad que José María Aznar hiciese lo mismo con Felipe II, un monarca prudente, conservador y patriótico (¿les suena de algo?). En estos días asistimos a la celebración desmesurada del cincuenta aniversario del Mayo del 68, aquella explosión de hormonas y consignas más o menos poéticas, más o menos sonrojantes, en la Rive Gauche de París. Fueron días divertidos que colaboraron con el triunfo definitivo de este capitalismo informal y buenrollista que padecemos o disfrutamos (allá cada cual) desde entonces. ¿A quién le interesa la efeméride? Parece que a todos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios