O las capacidades cerebrales van en disminución proporcional al aumento de la idiocia de la gente o estamos asistiendo a una nueva era de la civilización. No es normal que estemos asistiendo a visitas de presidentes de la comunidad para salir en la foto, a concejales protagonistas por no llevar corbata y aparecer con un verde chillón para llamar la atención o que las propias redes sociales sean testigo fiel de delitos de malversación sin que los propios interesados sean capaces de defenderse. Es lo que pasa cuando la mentira y la posturita es más importante que la verdad.

Lo del fuego del Valle del Genal, lo de la ciudad del flamenco, la posible vuelta de la fórmula uno o la enésima reinvención del centro histórico jerezano suena más a mentira piadosa que a otra cosa. Solo nos queda esperar que los de siempre empiecen a elaborar cuitas para aparentar fantasmagóricas presencias sin sentido con la insana intención de marear la perdiz o engañar al prójimo.

Ni Judas Tadeo en sus mejores tiempos. Al menos, se debería seguir teniendo vergüenza torera, a imagen y semejanza de la de Curro y Rafael, para hacer ver que cuando las cosas no tienen una explicación se las debe llevar al infierno de las mentiras políticas. Si en la arena cotidiana el esfuerzo y la dignidad dejan paso a las veleidades de quienes han seguido el camino de los cargos para engañar a todos y, sobre todo a ellos mismos, es cuando las reglas del juego se tambalean.

Como todo el mundo sabemos, lo que no es, no es, no puede ser y además es imposible y nadie nos podemos creer que, a las alturas del partido, los equipos contrincantes sean capaces de llegar a acuerdos para que el partido no acabe en prórroga. Cada uno va a hacer lo posible por engañar al árbitro y al público, que somos todos, en su propio beneficio, incluso engañando al VAR, paradigma de la enésima sacralización del modernismo.

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