La tribuna

Rafael Rodriguez Prieto

Cervatillos del poder

QUÉ tiene de malo insultar gravemente a la Policía? Para eso son los malos, los represores. Que se fastidien. ¿Y los profesores? Pues si mi hijo no quiere atender está en su derecho de pasar del maestro, que ya vendrá el ministro a pasarlo de curso. ¿Y en la universidad? Pues a aprobar, que para eso pagamos. ¿Y por qué no puedo golpear al médico de urgencias? Soy un usuario y tengo mis derechos".

Señores, esto es lo que hay. ¿Que soy exagerado? Permítanme sugerirle un ejercicio poco reconfortante, pero muy formativo: pregunten a un policía, a un médico o a un profesor que conozcan. Luego me dicen.

Los policías nacionales, por ese maravilloso sueldazo que reciben, tienen el deber de soportar todo, incluso dejarse pegar por algún usuario disconforme. Y mucho cuidado con resistirse, que el expediente o el juzgado están a la vuelta de la esquina. El cliente siempre tiene la razón.

Y los maestros, funcionarios ellos, con su sueldecito asegurado. Pues mucho cuidadito con el niño. Hay que permitirle reventar las clases y evitar que el resto adquiera las competencias y habilidades descritas por los pedagogos-Terminator tan de moda. Nada que hacer. Un paquete en la inspección o un padre con ganas de dejarte un autógrafo en pleno rostro podrían ser algunas consecuencias de meterse en problemas, y todo eso con la hipoteca pendiente.

Suena jocoso, cuando no lacerante, escuchar a algunos esforzados y samaritanos medios de comunicación rasgarse la vestiduras por lo sucedido en Pozuelo para, posteriormente, pasar a la publicidad anunciando un programa que consagra el éxito a cualquier precio, el culto al dios dinero, la violencia o, directamente, la pederastia. El problema es que esta vez afecta a una de las zonas con renta más alta de toda España. Por favor, las clases son las clases. Que esto suceda en un barrio de trabajadores, tiene un pase, pero Pozueloosea... Y es que los cachorros de los ricos no deberían estar tan influidos por los medios. Los de los trabajadores no han tenido más remedio que convivir este verano con la apasionante vida de Belén Esteban o el último fichaje de Florentino, pero el caso de los ricos es diferente. Con el dinero que nuestro Gran Timonel ha regalado a la banca, junto con los aguinaldos fiscales a los más ricos, el verano pintaba mejor. O sea, que del yate al gimnasio o a jugar pádel con Borja, queda poco tiempo para la telebasura estival. Pero nada, parece que algo se les habrá pegado.

A los que se les pegan cosas, y no muy agradables, es a los trabajadores que limpian los orines los lunes por la mañana, retiran pintadas, o reparan los desperfectos de sus negocios. A pagar y a callar. Pero es que los jóvenes tienen derecho a divertirse. Claro, claro. Se me había olvidado. España puede convertirse en la campeona olímpica de coma etílico. Estamos fortaleciendo la cantera. Así, nos van a tener envidia en todo el orbe planetario y sus alrededores, desde Sarkozy hasta Berlusconi, como decía nuestro Gran Timonel, no hace mucho, mientras sus ministro de Economía -el "mago" Solbes- vendía oro a los rusos.

A nuestros poderosos les encanta que los jóvenes se diviertan. Se precisan generaciones de jóvenes sin conciencia y cuyos valores sean el éxito fácil, el culto al dinero y a las satisfacciones rápidas. Los jóvenes que hoy se comportan así serán los perfectos siervos del mañana. Que beban todo lo que quieran y no les falten pantalones de marca. De lo demás, ya se ocuparán ellos.

Una sociedad donde no se propicia el valor del esfuerzo es una sociedad encauzada por los raíles de la desigualdad. Una colectividad donde el trabajo se minusvalora y se banaliza está madura para el totalitarismo. Los hijos de los ricos siempre podrán ser enviados a un carísimo internado, a una universidad o a un colegio donde lamentablemente no estudiarán gallego o catalán, pero donde aprenderán y obtendrán títulos que les ayuden a ocupar el sillón de papá en el futuro, o alguno similar. Mientras, los hijos de la clase media o baja tendrán que aprender el utilísimo idioma vasco, en algunos sitios, con profesores desanimados y con el nivel que marque el gamberro de la clase.

Una sociedad donde no se respeta la autoridad del maestro está condenada. Un país en el que se maltrata a los policías y se les humilla no pinta nada bien. Un lugar en el que hay que poner carteles de No pegar al médico es España.

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