LO del cese de actividad se lo han tomado en serio muchos de los listillos de turno. Vamos a medio gas hacia no se sabe dónde y paralelamente estamos comprando papeletas, cogiendo cita previa o mejor dicho solicitando ‘likes’ para una nueva forma de vida. La que se derive de los próximos acontecimientos que nos depare el futuro.

Pero ante tanto protagonismo individual en las redes sociales no nos queda más remedio que hacer que ciudades como algunas de las que conocemos se pongan manos a la obra para dotar de sentido común las otras redes sociales, las de la solidaridad de los vecinos, de los familiares, de los amigos y de las asociaciones sin ánimo de lucro que se dedican a poner su granito de arena en ayudar como cada una puede a las personas que, de la noche a la mañana, se ven abocados a la tristeza y la ansiedad por culpa de una situación económico sanitaria, y sobre todo a esos colectivos más desfavorecidos, que los hay y mucho, por culpa sobre todo de esta nueva crisis económica causada por las epidemias, hasta el punto que el tejido asociativo está asumiendo muchas de las vergüenzas encontradas en un sistema público que hace aguas por todos lados.

Un empoderamiento social que está soportando el peso de las soluciones gracias, sobre manera, a una forma de entender la solidaridad. A años luz de la de los ayuntamientos y los consejeros, que estén a verlas venir, mientras hay grupos de personas que ayudan a sobrevivir a los sectores que están sufriendo en sus carnes las desdichas de una alarma inesperada, de un confinamiento obligado o de un cierre de actividad.

Un apoyo cercano en nuestras calles, que todos conocemos, que todos comentamos y que, cuando aparece cerca de nuestra familia más se agradece. Ese es el verdadero valor de un gesto, más que ese cese de actividad neuronal de los de siempre.

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