Susan George nació en Estados Unidos, vino a estudiar a La Soborna, se nacionalizó francesa y en Europa se quedó para contribuir con sus conferencias, libros, el famoso "Informe Lugano" y su aspecto de anciana esquelética y luchadora a despertar a la izquierda. Cree que el cambio climático es peor que el terrorismo y que ambos son argumentos de los que se ha apoderado la derecha, la de Norteamérica sobre todo, para infundir miedo en la población y dominarla. La idea, un tanto apocalíptica, no está mal hilvanada, aunque los hilvanes no estén bien sujetos. El terrorismo está ahí, va en aumento y se asienta sobre bases patrióticas y morales. Para los terroristas del mundo los malos y los que no tienen razón somos todos los demás que condenamos el terrorismo, mientras que ellos no han encontrado otro camino más rápido para luchar por una sociedad mejor y más justa.

Los éxitos del terrorismo son obra de personas concretas que dan la orden de disparar, estrellar aviones, reventar trenes o hacer una matanza de niños en un colegio. Al final, triunfará el Bien sobre el Mal y el dolor de su coste pasará al olvido como tragedias necesarias. La Historia de la Humanidad se ha hecho así algunas veces, lo que ocurre es que las armas y las comunicaciones actuales hacen el terror más aparatoso. No soy politólogo como la señora George y no tengo más soluciones para el terrorismo que la resistencia de las personas decentes, libres de pensamiento, liberales y comprensivas con las debilidades humanas, que esperan ser defendidas por los gobiernos del crimen organizado. Los terrorismos nacen todos de una mentira convertida en verdad, de la cuadriculación de las mentes, de la ignorancia y de la miseria moral. Sin pueblos miserables e ignorantes es muy complicado organizar grupos terroristas eficaces.

La evolución del clima no tiene nada que ver con el terrorismo. Sembrar el terror es un acto de voluntad para provocar un cambio hacia lo mismo, es decir, hacia variantes de las formas de ordenamiento de la sociedad que, con matices, es siempre igual. No hay conjuros para lograr la sociedad perfecta porque, simplemente, no puede existir. Las razones morales y patrióticas que se esgriman no pueden sostenerse sobre la inmoralidad objetiva. El encantamiento del cambio climático viene por otras vías fuera de las de la voluntad. En Estados Unidos, según Susan George, la derecha se ha apropiado de él como bandera política. En Europa, su campo de misiones, todavía puede la izquierda promover "ideas de justicia social, de crecimiento común, de una sociedad unida sin grandes separaciones entre pobres y ricos". Terrorismo y cambio climático quedarían conjurados. No sabemos cómo sin grandes revoluciones y guerras. Las buenas intenciones también acarrean peligros.

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