La Crestería

Manuel Sotelino

Cofrade de los 80

No soy muy dado a las tertulias cofrades. En todo esto de las cofradías, como en el fútbol, cada uno tiene su alineación y cada cofrade tiene en su bolsillo el mejor remedio.

Desde mi atalaya observo, tomo algunas notas y me mantengo en silencio hasta que llega el momento de esta columnita con la que mato el gusanillo. Me conformo con eso y además no tengo que escuchar a nadie.

Y he de decir que cada vez observo con más complicidad aquellos cofrades de los años de los ochenta. Había follones que llegaban a plenos de hermanos mayores en el Hotel Jerez a espaldas del ordinario del lugar. Eran duros de roer y sobre todo las hermandades eran mucho más simples y tenían más encanto. Cada vez me gusta ver más aquellas procesiones de Semana Santa donde las cuadrillas gateaban y los gladiolos florecían en los basamentos de los varales. Recuerdo con alegría esa voz de los ‘Gorriones’ decir “ahora eeee” y levantar el paso sin bimbazos. Oliva llamando a Carribero o a España. ‘Levantás’ a cinco tiempos o aquella recogida de Santa Marta donde el misterio esperaba al palio con Campanilleros.

Me encanta ver aquel documental que hizo Carmona del hombre de la carta. Y me encanta rememorar a aquel nazareno alto que llevaba la cruz de guía del Prendimiento y del que se decía que era Rafael de Paula.

La bolsa de limones que Sacrificio llevaba para sus profesionales cuando de Santo Domingo se iban a San Miguel. Aquellos trajes oscuros de campana y gafas de sol metálicas con cristal verde de los hombres que siempre llevaban a una guapa mujer de mantilla. El Amor con palio, la banda del Macaco, los hombres grises de Paco Garrido, los puestos de perritos en el Arenal, la Defensión con el Ejército, las vírgenes anchas, las alpargatas blancas y la saeta de La Paquera en la esquina de Martín Fernández a su Cristo de la Expiración.

¡Qué tiempos eran aquellos! Tampoco quiero decir que los actuales no lo sean. Posiblemente todo aquello era mejorable. Pero habitaba el anhelo de la espera y la ilusión se desbordaba dejándonos una huella que no la podemos olvidar.

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