Comellas

Hay en Comellas una ambición de totalidad que excede el ámbito normal del erudito o el científico

En diciembre hará cuarenta años que conocí a don José Luis Comellas en la primera sede de la Agrupación Astronómica Albireo, entonces en la calle Federico Sánchez Bedoya, ya cerca del arquillo de Arfe. Luego la sede se trasladó a la plaza de San Francisco, donde estuvo algunos años, y de ahí pasó discretamente al olvido, cuando mi errada juventud me encaminó a otros asuntos. Lo cierto es que en aquel primer encuentro don José Luis Comellas, presidente de la agrupación y caballero irreprochable, me atendió como si fuera un colega de la Universidad de Gotinga -y no el niño atorrante que en verdad era-, mientras me inscribía en su benemérita sociedad y hablábamos de las turbulencias atmosféricas de Júpiter.

Todo esto fue así porque don José Luis Comellas, a más de profesar Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad de Sevilla, era un extraordinario astrónomo aficionado, cuya labor divulgativa se extendió por libros y sueltos periodísticos, como aquella sección que firmaba en el Abc junto a Manuel Cruz Conejo, bajo el espléndido y prometedor rubro -si no recuerdo mal- de El cielo de Sevilla. De aquella instigación a la ciencia, por los mismos días en que Sagan ejercía su magisterio televisivo, sin suda salió alguna vocación científica que hoy ocupará su lugar en los grandes observatorios españoles. No obstante lo cual, hay en Comellas una ambición de totalidad que excede el ámbito normal del erudito o el científico y lo allegan a la figura del sabio. No recuerdo ahora dónde se esconde mi ejemplar de su Guía del firmamento, publicada en 1979; pero quienes tengan a mano El cielo de Colón se encontrarán, a un tiempo, con un breviario de Astronomía y con una excelente introducción al mundo moderno. Y ello porque Comellas llevó a término la exigencia de Febvre de mezclar "la sensibilidad y la Historia". Pero lo hace al modo en que lo destacaba aquí nuestro admirado Luis Sánchez-Moliní: don José Luis Comellas, sobre ser un sabio, era un narrador excelente.

Uno añadiría, además, que Comellas era un gran narrador porque era gallego. Y por lo tanto, poseía cierto hábito de entremeter la historia con el mito, lo soñado y lo vivido, como formas de una totalidad a la que llamamos hombre. Esa trabazón del todo con el todo es lo que encuentra uno, de modo eminente, en don José Luis Comellas. Lo cual no excluye la poesía, como parece obvio, sino que la hace absolutamente necesaria. En Comellas la ciencia alberga, la erudición exige, una idea fabulosa y poética del cosmos.

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