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La columna

bernardo / Palomo

Compañeros de sala

EL contenido de la columna de esta semana, después de la barbaridad del domingo a orillas del Manzanares, puede parecer una mínima anécdota dentro de la ola de exageración y locura que acaece a esta sociedad cada día con más elementos de decadencia y sinrazón. Si usted va al cine a una hora no demasiada rara - la cosa se pone muchísimo peor y extrema si es un día del espectador en un horario normal - puede encontrarse con el desagradable espectáculo de tener que aguantar a ciertos "compañeros" de sala habladores - a veces hasta vociferantes -, irrespetuosos con el lugar y con los demás, sin tener en cuenta a lo que, allí, se va y lo que, allí, se ofrece, sin dejar oír los diálogos, hablando por los móviles y ofreciendo esa cara esquiva y a contracorriente que se plantea en este discurrir existencial que nos invade. Y lo que es peor, no se le ocurra a usted afear tales conductas, intentar poner un poco de razon en el asunto o encararse con los protagonistas de semejantes circunstancias, la cosa puede acabar, cuando menos, en altercado público o hasta usted con la cabeza incrustada en mitad de la pantalla, que para todo eso y más hay personal. Si usted quiere ir a ver una película medianamente interesante y de buenas referencias y no quiere encontrarse con algo que no desee o que quiera escuchar los diálogos sin desagradables alteraciones o acompañamientos fuera de tono, vaya usted un día con pasos en la calle, que se celebre esos partidos que dicen del siglo, a un cine que nadie conozca y a una hora totalmente intempestiva, si no, todo aquello desgradable que la sociedad actual patrocina se le hará presente y acabará por amargarle una tranquila película. Claro que eso comparado con lo de la otra mañana es un feliz regalo de Reyes.

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