HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Conflictos sentimentales

LO más peligroso de determinadas políticas, supuestamente justas, igualitarias y progresistas, no son las políticas en sí, sino creer en ellas. Cuando se llevan adelante porque algún estudio social indica que pueden dar votos, no encierra peligro alguno, aparte de la pérdida de tiempo, pues se desinflan pronto para quedar en nada. Las relaciones humanas no son fáciles y se regulan con buenas leyes para salvar conflictos. Las sentimentales, hasta cuando los sentimientos se vuelven contrarios, son complejísimas y el legislador no puede ir más allá de ciertos límites, muy generales, sin entrar en la intimidad de las casas. Es complicadísimo legislar para sentimientos y abstracciones. El relativismo lo ha empeorarlo todo: al no saberse qué está bien y qué mal, las leyes entran en la terra incógnita de las conciencias particulares y el fracaso es seguro. Quienes se atreven, demuestran una gran fe en las utopías políticas.

La ley de Maltrato es un monumento al desprecio de la condición humana. El maltrato ya estaba en el Código de Hammurabi, pero el afinamiento en la obnubilación legislativa ha sido promulgar una ley aparte, injusta además, con la idea fantástica de erradicarlo. Desde el código babilónico citado, no se tiene ni una sola noticia de delito erradicado gracias a una ley. Ni la terrible venganza de los dioses griegos, ni las espeluznantes ejecuciones públicas en otras épocas, ni la amenaza de la condenación eterna han erradicado ningún mal. El ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, diabólica trinidad abogada de lo imposible que ha hecho de los delitos de genocidio y asesinato, mucho más graves que el de maltrato, una política con sus leyes de aborto y eutanasia, ambas tan alegres como siniestras, nos alerta sobre las dificultades para acabar de raíz con la lacra de los que maltratan. Son ellos, son ellos.

El ministerio de la conjunción trinitaria, del genocidio y el asesinato institucionalizados, se alarma porque, según una encuesta, todavía hay en España cerca de un cuarto de millón de mujeres que justifican el maltrato. A esta cifra hay que sumarle la de hombres, aunque no cuenten para la ley. No es lo peor. Habrá quienes, sin justificarlo de ningún modo y en ningún caso, lo comprendan, lo entiendan, se lo expliquen y lo consideren inevitable. Antropólogos, sociólogos, psicólogos, psiquiatras y criminólogos, incluso confesores y etólogos, nos darían cumplida información de los comportamientos humanos. Explicaciones serias, pero aproximadas, porque cada persona es un mundo y cada conflicto sentimental un exoplaneta habitado. La política irracional, ¿da, de verdad, votos? Si es así, hemos retrocedido: muchos conflictos los solucionaba la propia sociedad con voluntad y entendimiento, y las personas eran libres para elegir su intimidad y el tipo de relación que querían establecer entre ellas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios