Convocar e invocar

Quizá ganaríamos mucho en España si fijásemos un calendario inamovible para las elecciones

Fue escribir medio en broma medio en serio que en España deberíamos tener elecciones con más ritmo y va Pedro Sánchez y amenaza con convocar de nuevo. Yo le agradezco que me lea con tanta atención, pero le pido disculpas. No me expliqué bien.

Mi propuesta fue que las elecciones fuesen fijas, digamos el segundo domingo de mayo de cada año, y un año de cada nivel: generales, municipales, europeas y autonómicas. Olvidé dejar claro que eso conllevaba la prohibición de adelantar elecciones porque rompería el ritmo.

Para evitar los adelantos, no se me oculta que no basta prohibirlos. Hay que arbitrar una serie de medidas para que las investiduras puedan producirse por las mayorías simples, como en los ayuntamientos.

No veo al sistema más ventajas que inconvenientes, además de lo ordenaditas que quedarían las convocatorias, una tras otra. Sustraería una herramienta maquiavélica al presidente del Gobierno que en la práctica contamina la convocatoria de tacticismo y oportunismo. Un presidente que puede convocar o invocar las elecciones cuando mejor le venga, tendrá unas tentaciones invencibles de acomodar a su exclusiva conveniencia un acto que tendría que ser exquisitamente neutral. Hemos visto casos en los últimos tiempos. También evita que las minorías amenacen con dejar caer gobiernos en los peores momentos.

Además, un parlamento indisoluble se empodera, si me perdonan el palabro a la moda. Al segundo poder del Estado, tan supeditado ahora al Ejecutivo, este plus vitamínico le vendría de maravilla. Seguro que las posibilidades del juego entre Parlamento y Gobierno, sin que ninguno tengo la sartén de la disolución del otro por el mango, se enriquecen mucho. Decía Kierkegaard, para defender la indisolubilidad del matrimonio, que un hombre y una mujer que se considerasen a todos los efectos morales en una isla desierta seguro que encontraban el modo de superar sus diferencias. Un Gobierno y unas Cortes que estuviesen encerrados en la isla de la gobernabilidad durante toda una legislatura se terminarían entendiendo.

Por supuesto, esta propuesta no es más que una manera recreativa de hacer política-ficción y sonreír ante el último juego de manos de Sánchez. Si usa la amenaza de convocar elecciones como una forma de ganar tiempo, abrir el campo y tomar posiciones, ¿por qué no voy yo a soñar con otro brindis al sol, menos probable aún, pero más lógico?

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