Mis diarias caminatas contra la maléfica doble triada capitolina - colesterol, triglicéridos, azúcar, transaminasas... -me permiten la observación directa del surrealismo reinante. Ya les conté en la anterior columna mi cruzada contra la sempiterna canción de "no hace nada, sólo quiere jugar..." interpretada por los dueños de los perritos andarines - me pregunto si éstos, también, tienen altos los valores de la doble triada capitolina perruna -. Hoy les paso a narrar lo que contemplé días atrás en mi matutino recorrido medicinal. Les puedo asegurar que en mis acciones andarinas habré visto sólo un par de ciclistas usando el carril bici; sí, ese que recorre Jerez de punta a punta, que tanto dinero costó y que para bien poco sirve. Pues el otro día, un señor que, como yo, seguro que cubre su tiempo andante por prescripción facultativa, iba andando a su ritmo rehabilitador cuando tuvo la desgracia de meterse en el carril bici. Fue una auténtica mala suerte, pues en lontananza apareció, indómita, una señora en bicicleta tocando desaforadamente el timbre para avisar al buen hombre de que estaba cometiendo un crimen de lesa humanidad por pisar el carril prohibido para viandantes, incluidos los prescritos médicamente. El señor, o no oyó el timbre o creyó que con él no iban semejantes timbrazos, siguió a lo suyo, andar y andar. La ciclista, espécimen raro usuaria del carril, afecta, casi seguro, por indumentaria, intransigencia y verborrea dominante, a esos partidos nuevos de sumas pamplinas y trasnochados populismos, se paró ante el señor y le echó una monumental bronca a la par que le daba una apasionada filípica sobre el uso del carril sólo para vehículos de dos ruedas. El buen caminante se disculpó; pero debió servir para bien poco, pues le oí decir, con toda la razón: ¡Señora, váyase a lo más alto del palo mayor del barco! La ciclista afecta, atónita, contestó airada: ¡ Y encima marino facha!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios