Cuando me paro a contemplar mi Estado, se me cae el alma a los pies. La prensa internacional coincide: la imagen de España está recibiendo también un golpe duro en su prestigio. Las cosas se han hecho peor que mal.

Me inquieta un pequeño debate paralelo a lo que nos está pasando: ¿podemos criticar al Gobierno o debemos callarnos por lealtad? Estas dos opciones las exponía José Antonio Montano con la precisión que le caracteriza, rematando con un incontestable tertium non datur: «Se puede o ejercer la crítica o guardar un silencio elegante (al menos hasta que esto se termine). Lo que no se puede es defender al Gobierno, porque lo está haciendo penosamente».

Naturalmente no traigo esta cita porque necesite exorcizar ninguna tentación de defender al Gobierno, sino porque la disyuntiva me escuece. En mi esnobismo, me desvivo por escoger la opción más elegante en todas las circunstancias. Y esta vez no puedo, aunque le concedo a Montano que lo exquisito es no criticar al Gobierno hasta que acabemos con la pandemia, porque hay mucha gente sufriendo y muriendo mientras tanto. José F. Peláez, en el magnífico artículo «Elogio de los niños confinados», anunciaba que no escribiría ninguna columna sobre el Gobierno hasta que «esto termine, ni un minuto antes. Yo sí tengo códigos y no son revisables. No soy Almudena Grandes»; aunque a la vez nos avisaba, haciendo quizá una pizquita de spoiler, de que tratará «de la infamia y la ineptitud de este pseudo gobierno fallido, inútil e infame».

No puedo no criticar al Gobierno por tres razones. 1) Quizá le urja a hacer más o a hacerlo mejor. 2) Soy muy partidario de la alegría y, cuando esto acabe, será el momento de las celebraciones más efusivas, a las que prefiero llegar con la amarga tarea de los reproches ya hecha. Y 3) el Gobierno tampoco se ha concentrado completamente en la crisis. Qué va. Sigue con su tira y afloja dentro de la coalición, dándole el control del CNI a Pablo Iglesias; jugueteando con el indulto (esto es, con la división de poderes) de los condenados por rebeldía en el TS; tratando de acallar a la oposición con el cierre del Parlamento y a la opinión pública con ruedas de prensa interminables; etcétera. Sería muy poco simétrico no hacer crítica política cuando el Gobierno hace política crítica.

Siempre trato de mantenerme dentro de los límites de la elegancia, pero esta vez nos ha tocado bailar con la más fea.

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