HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Crucifijos

TaMBIÉN el autor de este escrito participó de la idea de que los símbolos religiosos no debían estar en lugares públicos dependientes del Estado, ni en sociedades privadas en las que no hubiera que hacer profesión de fe para pertenecer a ellas. Igualmente pensaba que la fe era una cuestión privada que cada cual alcanzaba con sus propios medios, algo así como el cristianismo platónico oriental de los primeros siglos, y que las manifestaciones públicas de religiosidad fuera de los templos tenderían a desaparecer. Una idea no descabellada pero imposible de poner en práctica. Ha bastado que un gobierno de España la haya emprendido contra los símbolos religiosos, incluidos los nacimientos tradicionales de Navidad, para caer en la cuenta de lo que ya sospechábamos: desde el Poder no pueden emanar más que disposiciones conservadoras y reaccionarias, en contra de la conciencia y de las libertades personales.

El cardenal Martínez Somalo, de vacaciones en su pueblo de La Rioja, se extraña de que a alguien le pueda molestar un crucifijo y ha pedido perdón por su torpe inteligencia. La ironía del cardenal denota que lo entiende muy bien. La izquierda ha desaparecido de Europa porque ha dejado de hacer falta y nadie la quiere, no tiene clientela entre el pueblo sencillo, tradicionalmente conservador, y las clases cultas y acomodadas, que son las que han hecho siempre las revoluciones, no quieren ni oír hablar de cambios con sobresaltos. El pueblo español, después de una larga dictadura, ha podido llegar a pensar, por mala información y manipulación burda, que si la dictadura fue de derechas, la democracia es de izquierda. Los planteamientos falsos generan todas las falsedades que seamos capaces de argumentar, como los sofistas, y el pueblo llano sea capaz de asimilar sin conflicto grave con el sentido común.

El socialismo europeo dejó de ser de izquierda después de la II Guerra Mundial. La izquierda española, que no era socialista sino comunista, mantuvo durante la dictadura la esperanza de un Santo Advenimiento a la muerte de Franco. No eran tiempos revolucionarios ni el modelo español era bueno: las izquierdas republicanas que acabaron con la República. El socialismo que nos llegó ex nihilo a la muerte del dictador, ha derivado hacia la tragicomedia actual con visos carnavalescos: los maquillajes y los disfraces hacen parecer de izquierda una estrategia política reaccionaria y superficial. La reforma de la Ley de Libertad Religiosa y la de Memoria Histórica son invitada de honor al baile de disfraces. Cambiar el pasado histórico y las tradiciones religiosas y culturales es empeño vano. No lo han conseguido más que Dios y el tiempo. "La Historia no tiene tiempo de ser justa -pensaba Stefan Sweig. Como frío cronista no toma en cuenta más que los resultados."

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