La tribuna

Jabo H. Pizarroso

Cuba: la doma del caballoSondeos y pronósticosHastael moño

LA gente de la calle, los que andan en la mecánica y resuelven, y le pegan la vuelta al día para sacarle guarapo a la cosa, le llaman el caballo. No es como José Martí, cuyos bustos inundan los colegios de La Habana, Santiago o Camagüey, pero su presencia es constante. Todo el mundo habla de él sin hablar de él. Incluso hay quienes se atreven a gritar en susurros "¡Abajo Batista!", sabiendo que hasta los pioneros de primaria entienden que Batista no es Bastista. Fidel, tras casi cincuenta años al frente del Gobierno cubano, ha anunciado su retirada por problemas de salud y en su carta dice: "Seré un arma más del arsenal con la cual se podrá contar. Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso".

La revolución que él, Cienfuegos, Matos, Guevara, el maniatado Osvaldo Dorticós y otros abanderaron en el año 59, ha perdido la R mayúscula, y se ha se ha adelgazado tanto que ha devenido un sistema político y narrativo tan opresor que resulta inútil escapar de sus páginas. Cuba es un relato decimonónico con un narrador en tercera persona, pero tan omnisciente que controla las descripciones y los diálogos y fuerza una narrativa unívoca que hay que desteocratizar. Las palabras finales de esa carta que incorporamos aquí son terribles y enigmáticas, "tal vez mi voz se escuche", seguro que sí, la voz del caballo está dentro de cada uno de los cubanos. Y la escuchan. A todas horas.

Todo el mundo tiene una voz dentro. Ahí empieza la narrativa de uno mismo, y la vida. Tener el poder de esa voz y manejarla es lo que nos aleja del mutismo y del delirio, y nos trae a una existencia plena y feliz. Pero si esa voz es la voz de un dirigente político que es juez, padre, orden, presidente, filósofo único, moral, sacerdote, ideador de la vida, así no hay manera de que cada ciudadano pueda crear su voz interior. Vives en una casita de La Habana Vieja, entre Trocadero y Crespo, te levantas medio adormilado, te cuelas el café con su poco o su mucho de chícharo y no eres capaz de oírte, solamente escuchas: "Si queremos saberrr como serán nuestros hijossss, con toda la fuerza de nuestros corazones diremos, que sean como el Ché". Es casi teológico. Los cubanos tienen que domar esa voz, tienen que domar ese caballo. Pero eso no se hace en dos días. Y eso lo harán ellos.

Cuba aviva en Europa y el mundo, pero sobre todo en España, una nostalgia solidaria. Para los españoles la isla es un trozo familiar de nuestro álbum histórico. La más amplia emigración de españoles tras la conquista de América se produjo a Cuba entre 1898 y 1920. Muchos exiliados participaron activamente en el movimiento 26 de Julio y en la lucha contra los americanos en bahía de Cochinos. Los milicianos que se forman para sofocar la invasión lo hacen al estilo de las milicias del 36 orientados por el Gallego Fernández, antiguo combatiente guerracivilista. La amplitud de miras de los primeros años, los alfabetizadores, la redistribución de la tierra, la fantasía anarquista que pedía acabar con el dinero, los horarios de conciencia, en los que cada cual trabajaba según su responsabilidad, la ilusión colectiva de cambio y de futuro ideal, todo eso se convirtió en hierro oxidado. A partir de ahí, Cuba vivió en un paraíso humilde, a costa de ser la marioneta floja de los designios de una Unión Soviética dinamitada por el tiempo, y un Estados Unidos que jugaba con el sueño de ser destruido por una bomba al estilo de Hiroshima.

En los noventa llegó el periodo especial y llegó el turismo. Se abrieron nuevas posibilidades de supervivencia para una población que no tenía papel, carne, gas, que vivía con apagones de luz constantes. Pero todo a costa de la sumisión al camaján, el turista que se las sabe todas y reparte su limosna entre los pobres taínos pedigüeños.

En 1993 el dólar se liberaliza y en Cuba se empieza a trabajar en peso cubano y a ser feliz en dólares. Fidel Castro ha conseguido que la sanidad se haya universalizado y que la educación haya creado un caudal enorme de universitarios, escritores, profesores, músicos, médicos, ingenieros. Pero muchos de ellos han tenido que irse, y otros tantos viven del mercado negro con la dignidad bajo sospecha. "Tal vez mi voz se escuche". Es un fantasma que dictamina desde la sombra, un caballo que brega desde condición de pura sangre: patriaomuertevenceremos. La ideología dogmática es un perfume tóxico. Hay que disolverla en agua para que no dañe la piel.

Fidel es el viejo apuntador del teatro que silba cuando el texto que se declama no se ajusta al libreto original. ¿Dónde está Brecht? En la escena: la vieja guardia, una juventud entre bambalinas, un país destartalado y repartido por el mundo, la libertad de opinión posibilitada sólo a unos pocos bajo un no rompan filas por favor, y las toronjas en los árboles, que caen a la tierra porque si alguien las recoge de la rama comienza el miedo. Miedo a la propiedad privada, miedo al capitalismo, pero mercado negro como sostén. Cuba, donde el verano es eterno, reza un cartel.

TENGO al menos cinco testigos de que pronostiqué con éxito quién iba a ganar las elecciones. Supongo que no fui el único, ya que quizá haya en Andalucía -y en toda España- miles y miles de personas con los mismos poderes de clarividencia política. Aun así, debo reconocer que me equivoqué en una cosa: pronostiqué que ganaría Zapatero por mayoría absoluta. No caí en la cuenta de que el electorado es mucho más sabio que yo. El gran Billy Wilder solía decirlo con una frase referida al público que veía sus películas: "Uno por uno, puede ser que todos sean idiotas. Pero en conjunto nunca se equivocan". Y lo mismo podría decirse del electorado español.

Desde las primeras elecciones democráticas, el electorado nunca se ha equivocado. Votó dos veces a la UCD cuando era necesario el paso lento para que los franquistas aceptaran la democracia. Votó al PSOE de Felipe González cuando era evidente que había llegado la hora de la modernización y de las reformas en profundidad. Votó -con cautela- a Aznar cuando los escándalos de corrupción y la crisis económica hundieron a González en 1996. Le dio una mayoría absoluta a Aznar en 2000, cuando éste se la había ganado a pulso con un gobierno dialogante y moderado. Y en 2004, cuando se confirmó con el desastre del 11-M -y los disparates que le precedieron- que la mayoría absoluta había vuelto loco de soberbia a Aznar, el electorado mandó al PP a la oposición para que aprendiera de una vez que no era tonto. Y esa misma cautela -o más bien temor- ha sido lo que ha evitado ahora una mayoría absoluta para Zapatero. Se le ha dado una mayoría suficiente para gobernar con tranquilidad, sí, pero con prudencia y con acuerdos. Y con el reconocimiento de los errores cometidos, que han sido bastantes, aunque no tantos como dicen los detractores del PSOE.

Me gusta esta frase que Herbert Read escribió en un ensayo sobre Vauvenargues: "La verdadera gloria es una virtud privada y discreta, que sólo se adquiere plenamente en la soledad". Ésa es la gloria que debe adquirir ahora Zapatero, una gloria de diálogo y de entendimiento (Rajoy tendrá que sumarse a ella, si no quiere acabar regresando a su apasionante oficio en el Registro de la Propiedad). El electorado ha sido claro: no quiere insultos ni gritos ni agrios debates innecesarios. Quiere proyectos comunes y esfuerzos comunes. Quiere entendimiento y buenas maneras. Y quiere grandes pactos de Estado. Para empezar, contra el terrorismo. Y después, otro pacto a favor de la educación y la sanidad pública. Y dentro de poco, cuando la crisis económica lo exija, habrá que volver a los Pactos de la Moncloa. Diálogo, concordia, voluntad de encuentro. Sí, eso mismo: el espíritu de la Transición.

SI me pidieran una definición de "ecológico", me quedaría en blanco. Sé que tiene que ver lo ecológico antes con la madre naturaleza que con la egiptología, pero poco más, porque son ya tantas cosas las que llevan esa etiqueta que no tengo ni idea de lo que querrán decir cuando hablan de muebles ecológicos, o de salchichón ecológico, o cuando anuncian la apertura de un hotel ecológico. Lo único que tengo claro es que, únicamente por serlo, te van a costar el doble esa clase de productos. Pero se pagan a gusto, sobre todo cuando ves la cara del tendero al decirte que los cacahuetes que acabas de comprar son fuera de serie y que, por mucho que busques, más ecológicos no los hay en ningún sitio.

Sospecho que en el fondo es una manera algo rebuscada de decir de algo que es natural, pero tampoco eso aclara la cuestión porque natural, lo que se dice natural, podrá ser un litro de leche de vaca siempre que no la mezcles con permanganato sódico, pero cuando se trata de cerveza ecológica, que la hay, tengo que pararme a pensar a qué mamífero habrá que ordeñar para que dé las cañas bien fresquitas.

Donde ya me pierdo del todo es al ver que algunas gasolineras tienen surtidores con carburante ecológico. Yo, que siempre había creído que el único vehículo ecológico era el troncomóvil de los Picapiedra (impulsado por tracción a las cuatro patas) me encuentro ahora con que, si me lo propongo, puedo proteger el medio ambiente a la vez que emito gases tóxicos a la atmósfera.

Todo esto me produce grandes dudas metafísicas, pues no acabo de aclararme acerca de si es más ecológica la matanza de un puerco, llamémosle p, a manos de un matarife, que la muerte de ese mismo puerco por electrocución. Y las novilladas de promoción, ¿son ecológicas? Contaminar, desde luego, contaminan menos que una fábrica de cemento.

A resultas de lo que dicen los entendidos, presiento que es más ecológico comerse el pulpo crudo que a la gallega, y que será infinitamente más ecológico sacarse una muela a pelo que hacerlo con los alivios artificiales de una anestesia. Pero ni por esas acabo de formarme una opinión.

Lo último que he sabido es que están a punto de inaugurar una peluquería ecológica cerca de donde vivo. Y aquí vuelven a asaltarme las dudas. ¿Es más ecológico afeitarse a diario o dejarse una barba luenga? ¿Será el injerto capilar más respetuoso con el medio ambiente que el clásico peluquín? Y las mechas. ¿Pueden unas mechas ser ecológicas al cien por cien? Lo realmente ecológico debe ser, seguro, dejarse crecer las greñas y lavarse la cabeza un año sí, otro no. Pero tampoco así acabo de comprender dónde está el negocio de una peluquería que promete unos servicios, como en este caso, ecológicos a más no poder.

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