Puede resultar significativo que desde el veintiocho de abril hayan pasado más de ocho semanas y más de dos meses de nuestras vidas y que aún sigamos en la inopia de los resultados de unas elecciones generales que pasaran a la historia como de las más disputadas de toda la democracia. No solo significativo sino además digno de estudio y de una valoración detenida. Hasta los ayuntamientos han tenido que resolver sus rencillas en aras de dotar a los municipios de gobiernos que gobiernen y oposiciones que sean capaces de estar al quite de los despropósitos. Pues es curioso que sea precisamente en estos meses del verano del diecinueve cuando las cifras macroeconómicas del país digan que estamos mejor que nunca en este siglo, qué las inversiones a medio plazo hayan aumentado, qué, según el Banco de España, el PIB suba hasta el 2,4%, y que las cifras de paro de toda España tengan repuntes positivos menos, eso sí, en un pueblo de la Andalucía nuestra como Sanlúcar donde aumenta y sin atisbos de mejora. Es llamativo que llevemos tantas semanas sin gobierno y sea cuando más libros se vendan en comparación con años anteriores, cuando las cifras de turistas esperadas sean las más abultadas de la última década, cuando la ocupación hotelera supera a la del año 2008 por los mismos meses, cuando haya victorias como las de Nadal en Roland Garros por enésima vez y como la de la España de futbolistas sub-21 como campeona de Europa. Es importante aferrarse al dato que sea ahora cuando las tesorerías estén más boyantes y que precisamente sean algunas corporaciones municipales, como la jerezana, las que estén proponiendo la subida de sueldos de los concejales sin el menor de los reparos. O estamos asistiendo a un cambio de modelo político o es que algo falla de manera flagrante. Al tiempo.

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