Culpa y transformismo

¿Por qué se ha producido en muchos catalanes esta transformación tan tosca y radical?

Hace pocos días en una colaboración en El País la novelista de origen marroquí, residente en Cataluña desde los ocho años, Najat El Hachmi, contaba su desconcierto ante las visiones tan contrapuestas ofrecidas por una misma persona. Motivaba su perplejidad el cambio observado en Laura Borràs, profesora suya en Filología, años antes, en la Universidad de Barcelona. Recordaba con la mayor admiración su "idealismo puro", su entusiasmo docente por las cuestiones más universales de la literatura, sin nada que anunciara los rasgos que su posterior militancia política sacarían a relucir. Por ello, no podía dar crédito a su reciente comportamiento y declaraciones como presidenta del Parlamento catalán, sobre todo, en su homenaje a un notorio racista, Heribert Barrera, y en otros tantos discursos institucionales que la novelista considera "calcados de cualquier ultraderecha xenófoba." Estos testimonios de Najat El Hachmi, cargados de tristeza, no cabe atribuirlos al humor de una escritora resentida por su marginalidad, dado que le han sido concedidos los más significativos premios literarios otorgados en Cataluña. Pero de las palabras, expuestas en su artículo, debe destacarse el interrogante que las acompaña, al ser el mismo que preocupa a tantos otros españoles: ¿por qué se ha producido en muchos catalanes esta transformación tan tosca y radical? ¿Cómo han pasado, en poco tiempo, de transmitir la pasión más abierta por las literaturas del mundo a imponer, sin vacilar, el excluyente uso de una sola lengua, desterrando la lengua y cultura de "otros" catalanes, que comparten el mismo pasado y la misma tierra? En el caso de Laura Borràs podría pensarse que el descubrimiento, durante su anterior cargo político, de unas ayudas culturales amañadas y concedidas más por amistad que por méritos, le despertaron un sentimiento de culpa y para acallar su mala conciencia -y lavar, a la vez, su imagen pública- decidió extremar su separatismo. Este recurso transformista tal vez haya sido el medio abonado que explica más de una radicalización en Cataluña: disimular la propia falta inventándose un voraz enemigo exterior. Karl Jaspers, el filósofo y psiquiatra alemán, apremiado, en 1945, después de la guerra, por comprender el extremismo de tantos compatriotas suyos, encontró en el sentimiento de culpabilidad, en la mala conciencia, el posible justificante de sus drásticas transformaciones. Tituló su libro El problema de la culpa (Paidós). Todavía contiene análisis aplicables a muchos separatistas catalanes.

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