La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Cúlpese la cultura, no la raza

Atribuir el comportamiento de esta mujer a su cultura, no a su raza, es fundamental para evitar el racismo

Leo con asombro y horror al compañero Pérez Ávila: la Policía Nacional detuvo hace unos días en el Polígono Norte a una mujer de origen keniana que había agredido brutalmente a su compañera de piso, de origen congoleño, a la que había arrancado a mordiscos un par de dedos y se los había comido, y a la que intentó extraer también las tripas en lo que se interpreta como un caso de brujería y canibalismo.

Es un error inferir que, dado que todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos, todas las culturas también lo son. Es un error trasladar el principio filosófico, político y legal de igualdad a las diferentes culturas. Es un error el multiculturalismo que, para oponerse al etnocentrismo y la xenofobia, "es una línea maestra del relativismo cultural, el cual sostiene que no hay culturas buenas y malas, o mejores y peores, sino tan sólo diferentes" (RAE, Diccionario Panhispánico).

Porque es evidente que hay actitudes y prácticas, emanadas de culturas particulares, que deben ser erradicadas en nombre de los valores de otras culturas que han logrado un mayor grado de desarrollo ético, social y legal. Es importante, en este punto, no confundir raza y cultura. Raza designa "cada uno de los grupos en que se subdividen unas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia" sin que ello establezca la superioridad de unas sobre otras. Cultura es "el conjunto de modos de vida y costumbres, grado de desarrollo, ideas y comportamientos que transmite y comparte una colectividad humana".

Extender e imponer la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Naciones Unidas en 1948 no supone la imposición abusiva de unos principios euro-estadounidenses (estando en su origen la Constitución Americana de 1787 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa de 1789) que ataque otras culturas sino una gigantesca conquista para toda la humanidad. Porque no existen ni razas superiores e inferiores. Pero sí culturas -sólo en su sentido de comportamientos, estructuras sociales e ideas- evolucionadas o sin evolucionar, y por ello superiores e inferiores en su respeto a los derechos humanos. El comportamiento de esta mujer debe atribuirse a su cultura y su personalidad, no a su raza. Distinguir entre una y otra es tan fundamental para evitar el racismo y la xenofobia como para acabar con el mito del relativismo cultural.

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