EL chasco ante la final definitivamente alemana de la Champions se ha vivido en España casi como un fracaso diplomático. Los sondeos le dan además la victoria a la Merkel en las elecciones de septiembre con un amplio margen, así que la germanización de nuestras costumbres sigue adelante y eso de que el empleo vaya a empezar a crecer a partir del año que viene habrá que verlo, a no ser que Rajoy se decida de una vez a instaurar un régimen calvinista como Dios manda y eliminar las pocas contemplaciones sociales que quedan. Pero lo que nos atañe aquí es el fútbol, porque algunos periodistas malintencionados han vuelto a airear con motivo de las vergonzosas derrotas del Madrid y el Barcelona el asunto de las deudas de los equipos españoles. El déficit de la liga es mayor que el del Estado, que ya es decir. Tampoco faltan algunos pequeños escándalos sobre amaños y otras menudencias, ni las bocas por lo general poco ejemplares de los entrenadores y demás líderes del cotarro, pero ya se sabe que los futbolistas son especialmente hábiles para meterse ellos solitos en los bosques más espesos. Sospecho, no obstante, que no importa: la afición española al balompié mantiene intactas sus ganas de cortar las calles para celebrar no sé qué triunfo. Los balcones de mi barrio siguen llenos de impacientes rojigualdas.

Y en parte por ello no han faltado voces en los medios de comunicación y hasta en las instancias públicas que han pedido calma cuando la deuda de los peloteros ha regresado a los titulares. Para algo que se nos da bien, vienen a decir, no vamos a ponernos estrictos. Habrá que contar con algo para justificar la marca España además del jamón Cinco Jotas, y qué mejor que lo que nos hace campeones. La protección gubernamental, en consecuencia, es absoluta: la aplicación del IVA a las entradas para los partidos se ha quedado en un 10% frente al 21% que ha tirado por la cisterna el trabajo realizado durante décadas para llevar espectadores al teatro, la música y la danza. Pero no es lo mismo ver a la Reina Sofía dormitando en un concierto de Rostropovich (qué tiempos aquellos) que a don Juan Carlos abrazando cual chaval el copón en compañía de Vicente del Bosque. Ahí es donde más les duele a los alemanes.

Ante una crisis como la que sufrimos, y dado que va a durar bastante más de lo previsto, considero fundamental tener claro qué estamos perdiendo. España también ha sido una potencia europea en cultura y en investigación científica, todo eso se ha ido al garete y nadie se ha quejado. Pero éste es un país de machotes. Mi club, ni lo toques.

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