Decía Maquiavelo que las palabras a veces sirven para ocultar los hechos. Tenemos ejemplos actuales. La histórica caída del PSOE, que le va a echar del Gobierno regional tras de 36 años, ha camuflado los pésimos resultados del PP. Ellos hablan de victoria del cambio, pero la realidad es que Vox ha hecho de Séptimo de Caballería, librando al capitán Moreno y a sus sargentos Bendodo, López y Sanz de un ajuste de cuentas a manos del casadismo. Así están tan eufóricos; han pasado del suplicio a los jardines de San Telmo, y hasta les cuesta creérselo.

Peor escapa Adelante Andalucía, confluencia de Podemos e IU liderada por Teresa Rodríguez, con un bajón sin alivio alguno. La dirigente anticapitalista empezó su campaña templada, y tras perderse entre el hielo y el fuego, terminó faltona. En un mitin puso una gruesa palabra en danza, degenerados: "Los del PP, como son cristianos, al menos tienen mala conciencia y echan dinero al cepillo; pero los de Ciudadanos no son ni cristianos, son unos degenerados, su única religión es el mercado y el beneficio empresarial". Con ese pensamiento, será difícil su abstención para poner a Marín de presidente.

Degenerado es un término que ha dado juego a Susana Díaz para defenderse de otro ajuste de cuentas pendiente, el del sanchismo. Lo llegó a anunciar José Luis Ábalos tras la amarga victoria del domingo, cuando pidió la regeneración de su federación andaluza. Díaz le dio la vuelta a la palabra, para ocultar los hechos: "sólo se regenera lo que está degenerado y el PSOE andaluz es un partido honesto, decente y trabajador". Pero no, regenerar significa también mejorar, restablecer, reutilizar. Y sea quien sea quien gobierne Andalucía los próximos años, hay una larga lista de políticas que mejorar, normas que restablecer e instituciones que reactivar.

Si hay un reproche principal a quienes mandaron en Andalucía casi cuatro décadas, es la ocupación de espacios civiles y políticos. Una tendencia agravada durante el mandado de Díaz, en tres campos. Primero, la pretensión de identificar Andalucía de manera excluyente con el PSOE regional, hasta convertirlo en un partido institucional. Quienes criticaban al partido de Andalucía eran "malos andaluces". En segundo lugar, dirigiendo al partido desde el BOJA: los tres últimos jefes del socialismo andaluz (Chaves, Griñán y Díaz) fueron primero presidentes de la Junta y después secretarios regionales de su organización. Desembarcaron en la cúpula de su partido desde la institución. Y en último lugar, subordinando el Parlamento al Gobierno, cuando debe ser al revés. Han confundido Junta de Andalucía con Gobierno andaluz. Y no es lo mismo. El artículo 99 del Estatuto dice que la Junta está integrada por el Parlamento, la Presidencia y el Consejo de Gobierno.

El Gobierno acabó invadiendo todo: toda la Junta, todo el PSOE, toda Andalucía. La regeneración puede empezar por ahí.

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