En 2010 surge una iniciativa que pretendió denunciar la degradación de una ciudad y su patrimonio. No era la primera vez, ni mucho menos, que surgían voces críticas al respecto pero aquello suponía dar una mayor visibilidad al problema. Por aquel año el Gigante de Cuatro Caminos se alzaba ante el estupor general y nos levantábamos un día sabiendo que el Pendón se había esfumado o que la iglesia de Santiago estaba siendo sometida al más absoluto abandono y a un constante pillaje. Una lluviosa mañana de noviembre un nutrido grupo de jerezanos recorrían la primera de aquellas 'Rutas de la Barbarie'. Ya entonces se escuchó una petición de crear una asociación de defensa del patrimonio. Lo que pudo ser algo de mayor entidad se quedó, "simplemente", en un blog de internet que luego, tras más de tres intensos años, llegaría a su fin. Quiero pensar, como parte de aquella cándida labor, que la misma sirvió, al menos, para aumentar en algo la concienciación social sobre estos temas.

Una década después, algunas cosas han cambiado (para bien unas, otras para mal) y muchas siguen igual. Diez años. Diez años han hecho falta para que se dé ese paso más que demandamos hace tiempo en esta misma columna. El pasado viernes era presentada a los medios de comunicación la Asociación en Defensa del Patrimonio Cultural DEPA. Significativamente, ese paso adelante no lo dan profesionales vinculados a la Historia del Arte. DEPA está formado por antiguos miembros del centro de adultos 'Trece Rosas' que han querido traspasar los cómodos límites del conocimiento y la divulgación para ir más allá.

Sólo desde la independencia política e ideológica, la acción continuada y fundamentada, la cooperación, y no la estéril confrontación, la huida de los dañinos personalismos y, sobre todo, el apoyo decidido de la ciudadanía este ilusionante proyecto llegará lejos. ¡Suerte!

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