Cuchillo sin filo

francisco Correal

Desgobierno

POR una reducción al absurdo, la única legitimación de que un Gobierno sirve para algo es que la ausencia de ese Gobierno, vulgo Gobierno en funciones, no sirve para nada. Un Gobierno, obviamente, sirve para mucho, porque es la expresión cristalina de la voluntad popular, y por eso mismo resulta desolador que sea un Gobierno en funciones, como si fuera un entrenamiento o un ensayo de un Gobierno con mayúsculas, el que reciba el féretro del joven militar muerto en Iraq, patriota sin retórica, valiente sin monsergas; el que consuele a las víctimas del accidente ferroviario del tren que cubría la línea Vigo-Oporto. El dolor es el megáfono que Dios utiliza para hacerse oír en un mundo sordo, he leído en algún sitio. En la risa, en la alegría, en el confort, se puede vivir sin Gobierno, incluso se agradece, pero nunca en el dolor, en la adversidad. Ahí el Gobierno es la sinécdoque perfecta, la parte y el todo.

En los días en los que el Gobierno y la guerrilla colombiana han puesto fin a más de medio siglo de violentos enfrentamientos; en que por fin los representantes de Rusia y Estados Unidos han decidido una acción conjunta contra el terror yihadista, aquí tenemos la sensación de que la distancia que separa a Sánchez de Rajoy es mucho menos salvable que la que había entre el presidente Santos y el guerrillero Timochenko, entre Kerry y Lavrov. "¡Cuídate, España, de tu propia España!". Nuestros gobernantes siguen al pie de la letra el verso de César Vallejo.

El proceso catalán va a coger al Gobierno como a las doncellas necias del Evangelio, buscando aceite para las lámparas mientras regresa el señor a casa. La debilidad propia es la gasolina de la fuerza ajena. Es curiosa la vara de medir del Noroeste. Si desde allí se propagan tropelías, desmanes y barbaridades, se hace en legítimo uso de las libertades y con la añagaza de un pueblo detrás, como en Novecento de Bertolucci; pero cualquier respuesta a esos excesos verbales por parte de los representantes del Estado se interpreta como una amenaza, una incitación al golpismo, un exceso de celo de la madrastra.

De las quinientas entidades políticas que había en Europa en 1500 se pasó en 1900 a 25. Esa tendencia se quiere invertir con esta aventura cantonalista que coge al Estado sin Gobierno y a este paso cogerá al futuro Gobierno sin Estado.

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