EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Deuda soberana

NO tengo ni idea de economía, y no sé qué es la deuda soberana, ni la prima de riesgo, ni el rating de las agencias bursátiles, cosas que si se piensan bien suenan a chiste de Chiquito de la Calzada, y quizá lo sean. Lo que sé es que vivimos tiempos difíciles y a casi nadie le llega la camisa al cuerpo. También sé, porque eso es algo evidente, que las cosas no se hicieron bien cuando se planificó la unidad monetaria europea. En aquel momento, hace diez años, los políticos que tomaron la decisión de introducir el euro no se atrevieron a llegar hasta el fondo de las reformas y dejaron las cosas a medio hacer. Y sin darse cuenta, o sabiéndolo -que sería mucho peor-, crearon una Unión Europea que tenía una moneda única, pero que no tenía una política fiscal única ni una Hacienda Común Europea. Y eso fue algo así como edificar un edificio con una fachada magnífica, pero sin nada detrás. O bueno, sí, detrás había algo, pero tan sólo era un conjunto de columnas y vigas de sujeción que habían sido colocadas por diecisiete cuadrillas de obreros diferentes, de modo que algunas columnas eran sólidas, aunque otras no lo eran tanto, y otras ni siquiera eran columnas porque sólo eran réplicas de cartón-piedra.

Y todo eso hace que vivamos una situación que nadie controla porque en realidad nadie sabe qué está pasando. Hay quien dice que la solución de los problemas españoles sólo puede pasar por unas elecciones anticipadas, y puede que sea así, pero me pregunto cuánto vale una larga campaña electoral y si realmente un país como el nuestro está ahora en condiciones de pagársela. Ahora mismo, digo, cuando cada día oímos noticias alarmantes sobre nuestra deuda que sólo sirven para empeorar la situación. Además, el gobierno que salga ganador tendrá que tomar unas medidas impopulares que le supondrán un gran desgaste. El descontento y la rabia ciudadana irán en aumento. Y la situación económica tardará mucho en mejorar.

¿No sería mejor intentar pactar un gran gobierno de concentración nacional para hacer frente a la crisis? ¿No sería mejor averiguar cuál es el estado real de nuestra economía? ¿Y no sería mejor decidir, sin sectarismos ni prejuicios ideológicos, qué es lo que se puede y qué es lo que no se puede tocar de nuestro Estado del Bienestar? ¿Y no sería mejor acordar unos mínimos infranqueables en materias de Sanidad, de Educación y de políticas sociales? ¿Y no sería bueno contar con un gabinete de expertos independientes que asesoran en todos estos temas? Ya sé que en España todo el mundo llama rendición o derrota a lo que es un simple acuerdo, pero no tiene mucho sentido continuar con la pantomima de que tanto Rajoy como Rubalcaba tienen la solución de la crisis. De momento, que sepamos, no hay solución.

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