Desde la espadaña

Felipe Ortuno M.

Disquisición poselectoral

LAS viejas ideologías, con sus trasnochadas dialécticas materialistas, así como con su propaganda bolchevique de agitación de masas, a base de mentiras al servicio de un supuesto fin bueno que justifique cualquier acción, incluso sacrificando al individuo con mordaza, con tal que el sistema funcione, ha visto fracasar su modelo economicista por lo que, ahora, pretende impostar nuevas pautas ideológicas con las que poder manipular la verdad y crear ambientes desestabilizadores.

La lucha de clases no les ha reportado un resultado aceptable y necesitan, por lo tanto, hacer bascular su dialéctica hacia campos menos triturados de su ancestral engañifla histórica de pobres contra ricos. La apuesta de pelotera la han derivado a lucha sexista, con aplicación de modelos sociológicos, diciendo que son los que verdaderamente establecen el mundo, la naturaleza o la biología humana, según su peculiar filosofía, tan determinante para la libertad individual o colectiva. Porque el lobby sigue en lo suyo, no seamos ingenuos. No creo que el pueblo ‘normal’, sencillo y trabajador haya entendido tal vuelco ideológico de supuestas libertades conquistadas. Aprendan aquí los tontos y tomen nota las ideologías liberales de cuño capitalista, que también ponen el foco de atención en una monolítica visión económico-materialista del ser humano sin tener en cuenta los ideales en defensa de la vida. Como si la gestión de la economía lo fuera todo, ¡Cuidado! No todo es salvación económica, ni por parte de unos, ni de otros. La recuperación de la sociedad del bienestar, comodín que todos usan en las campañas electorales, aunque parezca mentira, no es el único motor movilizador del voto.

Tanto la derecha como la izquierda se han llevado patinazos monumentales en la historia de las votaciones nacionales y autonómicas. El resbalón que acaba de apalear a la izquierda en Andalucía, predominante hasta ahora, tiene el deber de replantear sus estrategias y comportamientos. Tampoco creo demasiado en el acierto ideológico de la derecha acomplejada, sino en el dejarse llevar por la mansedumbre contemporizadora con leyes de dudosa ética, que han mantenido, con tal de sacarle jugo; y ciertamente lo ha conseguido; eso sí, sin ideología clara y con aciertos por error contrario, que dicen los clásicos. De cuyo se deduce que la imagen proyectada, a mi entender, de los comicios pasados, es bastante evidente: una estabilidad institucional querida por todos; alejamiento global de los extremismos reinantes, aunque haya sido, precisamente, la existencia de los extremos la que ha logrado centrar el voto (necesidad de contrarios); apuesta popular por el pragmatismo más que por las ideas; resultado de una votación más racional y variable en la medida en que se reduce el apesebramiento; cambio gubernamental acorde a los intereses de un pueblo que termina por cansarse de la mentira y el engaño; una exigencia de mayor claridad para quienes se dedican al servicio público en todas sus dimensiones; el no dominio absoluto de los medios propagandísticos partidistas en su intento de manipulación de masas; la nueva credibilidad que recupera el concepto ‘pueblo’ a la hora de dirigir su voto a un lugar u otro del arco político actual; la obligación ética derivada para los políticos al saber que ‘el pueblo tonto’ no es tan borrego e inútil como se suele decir en la trastienda de los marketing estratégicos de campaña; puesta en valor de la inteligencia popular al saber discernir sobre las situaciones actuales y no dejarse llevar por los que saben maquillar encuestas; exigencia, a la corta, de fidelidad a los principios proclamados, que serán contrastados después por las hemerotecas de la memoria; y la negativa autonómica a la política nacional existente, que no ha logrado, con sus lanzaderas ministeriales en campaña, convencer ni envolver a nadie, a pesar de sus embustes.

En resumidas cuentas, me congratulo de saber que ninguna ideología es tan poderosa como para que el pueblo acepte la carne de yugo que se le impone. Y le hablo a Juan para que entienda Pedro. La toxicidad de la mala política, venga de donde venga, tiene que terminar cediendo al sentido común de los ciudadanos. Que quienes pretendan instalarse en sí mismos, congelados en la fuente de sus ideologías, culpando siempre a los demás de sus errores, puedan fracasar ante el imperio de la ley y el voto libre que la propicie. Hay quienes mandando se sienten incapaces de reconocer nada que les pueda ayudar. Aviso de navegantes: conviene reconocer hasta la propia estulticia, siquiera sea para dar paso a otra menos evidente, que en cada uno de los comicios que hubiera, y quedan algunos, pudiéramos aleccionar en algo: que los actuales ganadores sean humildes servidores del majuelo que les toca; aprendan, incluso de los perdedores, a no desestimar las correcciones oportunas, porque todo tonto es refractario al aprendizaje y suele situarse en el campo de la fantasía y desvarío (como le ha ocurrido a todo aquel que se ha apoltronado en cargo alguno) No se emborrachen de mayoría. Y, por último, si han de tener alguna preocupación, que sea la de no complicar las cosas sencillas y dedicarse a las cosas verdaderas. In itinere nos vemos. Que hagan ustedes mucho bien, y no reciban menos.

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