Gafas de cerca

José Ignacio Rufino

Divorcio a la europea

UNA semana después de las elecciones plebiscitarias, la intensidad en el número de noticias alrededor de proceso soberanista catalán ha remitido paulatinamente, como remiten las fiebres, dejándonos ahítos en una situación en la que la salud ya sólo puede mejorar. Ahora que estamos en pleno Mundial de rugby, tiramos de símil y damos una patada a seguir a la independencia catalana: hasta la próxima gripe, que llegará antes del final del año, antes del 20-D. Mucho más rápido que en España remitió la presencia del asunto en la prensa internacional, aunque tótems informativos globales como los estadounidenses The Washington Post y The New York Times recogieron el mismo lunes lo que ellos califican de entrada victoria independentista (para después recordar que por número de votos la victoria es un fracaso, practicando una equidistancia muy típica en estas controversias). El NYT, además, aconseja a Rajoy que no profundice en la estrategia de negar cualquier derecho soberanista tan sólo porque nuestra Constitución lo excluye, y compara directamente el proceso catalán con el escocés o el quebequés, en poco velada convicción de que España debería haber abierto la vía del referéndum.

En Europa, un mercado que ya es en buena medida una realidad política común, la atención es mucho mayor pero sigue la misma pauta: por este orden, victoria de los soberanistas, fracaso de éstos en el plebiscito (justo el orden de factores contrario al que siguió la mayor parte de los medios no independentistas, un dato curioso). Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Bélgica tienen más o menos virulentos o latentes sus independentismos en Baviera, Córcega, Padania y Tirol del Sur (estos dos en Italia), Escocia y Flandes. Resulta aplicable el aforismo de las barbas del vecino cortadas. Como todo Estado fiscal que se precie tiene un paraíso fiscal en la otra esquina y un desagüe de oro negro y líquido (en estos países: Liechtenstein, Mónaco, Isla de Jersey, San Marino o la propia Bélgica entera, que muchos califican de paraíso fiscal de facto), todo país con solera tiene un volcán independentista más o menos activo (o dos, o tres). Resulta significativo que en prácticamente todos ellos la riqueza medida en PIB per cápita o Valor Añadido Bruto sea superior a la del resto del país, y más que proporcional a lo que significan por número de habitantes. La conclusión le resultará de Perogrullo: el problema identitario es en esencia económico en el mundo desarrollado; no sólo aquí. Como casi todo, desengáñese.

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