HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Doctrinas inútiles

Educación para la Ciudadanía, ese título negador de la existencia de los ciudadanos, no se diferencia en sus intenciones de la Formación del Espíritu Nacional estudiada en el bachillerato del franquismo. Estos adoctrinamientos tienen muy poco efecto real: las asignaturas obligatorias que no son las disciplinas tradicionales desde los tiempos antiguos se estudian para salir del paso y olvidar. No son tampoco amorales ni conducen a la corrupción de los alumnos, depende del profesor, sino que se pretende con ellas el tantas veces fracasado intento de inculcar una moral que se corresponda con la de una ideología política concreta: la que tiene el poder. Lo amoral es que no se pueda objetar en conciencia sobre los contenidos de una enseñanza moral en contradicción con la que los padres quieren educar a sus hijos. Los romanos eran tan celosos de la educación familiar que si un padre no quería que su hijo aprendiera a leer y a escribir, no lo mandaba a la escuela. Era raro que se hiciera así, pero podía hacerse.

No influyó demasiado la asignatura de política en las generaciones que la estudiamos o, cogida con alfileres, logramos aprobarla. Recordamos que, aparte de las lecciones políticas concretas, no se nos enseñaba en estos libros nada que ya no recibiéramos en casa: valores humanos, civismo, esfuerzo, responsabilidad, valentía y no descuidar a los menos afortunados. Un curso, en tercero quizá, el libro de Política fue Luiso, un relato de José María Sánchez Silva, autor de Marcelino, pan y vino, en el que no había nada que no se nos hubiera enseñado antes en las casas, porque en las familias bien concertadas se educaba a los hijos en el humanismo cristiano. Perdimos el libro. Lo encontramos en un mercadillo hace pocos años y lo volvimos a leer: no había envejecido y sus valores son los que rigen aún a las personas decentes. Un muchacho de hoy lo puede leer como si hubiera sido escrito ayer: no hay doctrina en él, sino valores humanos, comportamientos nobles y esfuerzo para ser mejores.

Recibíamos también enseñanza política doctrinaria: Franco era el caudillo providencial salvador de España; José Antonio, un mártir, lo que en cierto modo es verdad; y la guerra civil la ganaron los buenos para preservar la cultura cristiana occidental unamuniana, lo que también es verdad en parte. Igual que ahora, pero en sentido contrario. La historia tiene luces y sombras, pero no blancos y negros. De la enseñanza política doctrinal quedó muy poco en la inmensa mayoría de los estudiantes de entonces, porque, al mismo tiempo, y para estudiar con provecho otras disciplinas, se nos enseñaba a deducir, a manejar conceptos, a analizar y a pensar, lo que ahora se descuida. Con todo, de los adoctrinamientos queda muy poco en los alumnos. El hombre es como las aguas: antes o después buscará sus cauces naturales.

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