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Juan M. Marqués Perales
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La tribuna
CONFUNDIR economía con economicismo no queda lejos de otras confusiones: como esa de entender mercantilizada la educación si se sostiene que la economía se basa en el conocimiento. El economicismo exacerba la primacía de los factores económicos, pero la economía, sin desmesuras, concierne al adecuado desarrollo de la sociedad y de los individuos. Luego podría cuestionarse el economicismo sin extender tal controversia a la economía en su genuina naturaleza. A la postre, en muchos discursos precipitadamente críticos o alternativos hacen de las suyas las consignas o los lugares comunes, tan emparentados con el populismo, la demagogia o el pensamiento débil.
Pero estamos con los vínculos entre economía y educación, por lo que viene a propósito recordar que, en marzo de 2000, el Consejo Europeo celebrado en Lisboa constató que la Unión Europea se encontraba ante "un enorme cambio fruto de la mundialización y de los imperativos que plantea una nueva economía basada en el conocimiento". Ante tal panorama, se adoptó un objetivo estratégico relevante: antes de finalizar el año 2010 la Unión Europea tenía que "convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social".
Además, una vez mentada la bicha económica, el Consejo advirtió que tales cambios requerían no sólo "una transformación radical de la economía europea", sino también "un programa ambicioso de modernización del bienestar social y de los sistemas educativos". Así las cosas, se reconoce con claridad la directa contribución de los sistema educativos y de formación a la estrategia económica y social y al futuro de la Unión Europea.
Puesto que los grandes objetivos -quizás como los programas electorales- acaban por no lograrse, el programa Educación y Formación 2010, que se decidió en Lisboa, ha sido objeto de revisión, y "prórroga" de otra década, con un nuevo Marco estratégico para la cooperación europea en el ámbito de la educación y la formación (ET 2020), aprobado en 2009. Se pone de relieve, así, que "una inversión eficiente en capital humano, mediante los sistemas de educación y formación, es un elemento esencial de la estrategia europea destinada a alcanzar los altos niveles de crecimiento y empleo, viables y basados en el conocimiento, que constituyen el núcleo de la Estrategia de Lisboa, al tiempo que se fomenta la realización personal, la cohesión social y la ciudadanía activa"
A tal fin, se formulan "Niveles de referencia del rendimiento medio europeo", entre los que figura asegurar que todos los alumnos adquieran un nivel suficiente de destrezas básicas, en especial en lectura, matemáticas y ciencias: para 2020, el porcentaje de jóvenes de quince años con un bajo rendimiento en lectura, matemáticas y ciencias deberá ser inferior al 15%, tomando como fuente el programa internacional de evaluación del alumnado PISA. Si bien el marco estratégico ha de abarcar los sistemas de educación y de formación en su totalidad, con la perspectiva del aprendizaje permanente en todos los contextos -formal, no formal e informal- y en todos los niveles -desde la educación en la primera infancia y la escuela hasta la enseñanza superior, la educación y formación profesional y el aprendizaje de adultos-.
En tal sentido, el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea realizaron una declaración, en 2006, sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente, con este catálogo: comunicación en lengua materna, comunicación en lenguas extranjeras, competencia matemática y competencias básicas en ciencias y tecnología, competencia digital, aprender a aprender, competencias sociales y cívicas, sentido de la iniciativa y espíritu de empresa, conciencia y expresión culturales. De tal modo que "al término de la ecuación y la formación iniciales, los jóvenes hayan desarrollado las competencias clave en la medida necesaria para prepararlos para la vida adulta, y sentar las bases para el aprendizaje complementario y la vida laboral".
El sistema educativo español no es ajeno a tales competencias, ya que tanto la Ley Orgánica de Educación (2006) como la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (2013) las estiman como elementos destacados del currículo de las enseñanzas. Sin embargo, ya que se comenzaba aludiendo al efecto de las consignas o de los lugares comunes, también habrá que apuntar las contradicciones: muchos adalides de los procesos de enseñanza y aprendizaje dirigidos a la adquisición de competencias despotrican, a la vez, contra la orientación económica de la educación. Y muchos escépticos ante las competencias avalan, sin embargo, la economía basada en el conocimiento. Así suele ocurrir cuando priman los símbolos sobre la sustancia.
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