Desde la espadaña

Felipe Ortuno M.

Elecciones y Master Chef

YA estamos emplazados para lo que se ha dado en llamar la gran fiesta democrática, cuando nos citan a depositar, en una urna, la opción secreta con la que los ciudadanos elegimos libre y responsablemente. Se encenderán los fogones de las cocinas, tan sustanciales en las sociedades democráticas, que harán posible la supremacía de los más `listillos’ de entre la multitud informe y frágil, que será manipulada, como lo es la masa que ha de fermentar el pan de la madre del cordero.

El master chef invisible, que prepara semejantes comicios, irá haciendo acopio de mejunjes adecuados para embadurnar los moldes que den gusto y conformidad a la andorga de los futuros votantes de la libertad. Nos sugerirán las ideas precisas, los gustos que más nos endulcen y, a través de repeticiones programadas, harán que, hombres desconocidos, aparezcan para nosotros como si hubieran hecho posible la casa donde vivimos, la comida que comemos o la historia que nos ha hecho ser; nos abalanzaremos sobre ellos para reclamarles un selfi, como si hubiéramos encontrado al amor de los amores.

Los opinadores públicos, preparados en sus abrevaderos, calientan micrófonos para adecuar la opinión pública al paladar de los distintos amos, a quienes deben cuota de lealtad, tanto como el pienso de su oficio. Todos los partidos, da igual la gama de color que tengan, dependen de la aquiescencia de las masas ‘cretinizadas’, que diría Juan Manuel de Prada, en su lúcido ensayo ‘Una enmienda a la totalidad’. Ved cuán importante y perspicaz es la manipulación de las masas, hasta qué punto somos todos llevados al matadero ideológico, con la doma mental y la prebenda corporal. Alma y cuerpo, dos conceptos a los que hay que equilibrar, contener y amansar hasta que no quede en ellos sino el agradecimiento debido y el sometimiento al plato sensorial; cosa que se toman muy en serio los sibilinos pergeñadores de cualquiera que sea la campaña electoral que toque.

Las técnicas modernas, con agujas hipodérmicas, ya han comenzado a inocular en la mente ovina, que en sentido estricto no piensa, ideas concretas a base de impulsos emocionales. Ya están los cabecillas dispuestos para ejercer el efecto hipnótico, aprovechando el letargo generalizado del encefalograma plano que asiste al ovejuno ciudadano que ve los programas de mayores audiencias televisivas, y guiarlos hasta el aprisco del líder más guapo o mejor maquillado.

Consumiremos el derecho a la libertad (una dictadura invisible) sin capacidad crítica, con miedo a perder la subvención adquirida del chiringuito ideológico, creyendo que la defensa del voto libre es la expresión de mi fantaseada libertad. He ahí la democracia formal a la que pertenecemos, que irá, como la crisálida, metamorfoseándose desde la promesa electoral hasta la realidad de un presidencialismo totalitario que nadie hubiera podido imaginar. Consultad las hemerotecas y haced sinopsis comparativas entre lo prometido durante el período electoral y lo realizado hoy; cualquier parecido con la realidad, pura coincidencia.

Todavía estamos a tiempo de desactivar el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica para poder restablecer el código atávico que despierte en nosotros la indignación colectiva contra el déficit democrático imperante y la mentira constituida. El caso es que el manipulador, la masa y los medios ya están dispuestos en el gran teatro político a la espera de que el prestidigitador marque los ritmos y tiempos adecuados para remover los hilos del guiñol. Ya en el 2002, Sylvain Timsit, publicó ‘Estrategias de la manipulación’, que acompañado por el siniestro lingüista y político americano Noam Chomsky lograron establecer el decálogo más maquiavélico que conozco para la manipulación eficaz de las aborregadas masas. Se trata de distraer, crear problemas falsos, engañar gradualmente con agua templada hasta achicharrarnos, diferir en el tiempo cualquier solución posible, infantilizar al interlocutor, apelar al emocionalismo irreflexivo, promocionar a mediocres e ignaros, crear conciencia de culpabilidad y hacernos pensar que ellos saben más que nosotros.

Como veis, técnicas de control de masas muy parecidas a las utilizadas antaño por regímenes fascistas y comunistas. Los psicólogos sociales no habrían imaginado hasta qué punto son utilizadas sus muchas y buenas técnicas para el control del individuo y de las masas. Y como no tendrán respeto ni honor, actuarán para sacar ganancia y, si fuera preciso, manipulando también el derecho. Como lo que digo no es imaginación mía, sino constatación de lo que ya ocurre, tengan cuidado con lo que ya viene: Elecciones. Propaganda. Encuestas manipuladas. Dádivas. Opinadores, como yo. Imposición de líneas sanitarias; y un sinfín de mandangas, que dificultarán la posibilidad de que lleguemos sanos de mente y salvos de espíritu al trasparente metacrilato de las urnas democráticas

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