ENTRE PARÉNTESIS

Rafael Navas

Envidia democrática

ME llamó mucho la atención un detalle durante el discurso sobre el Estado de la Unión pronunciado esta semana por George Bush ante el Congreso de los Estados Unidos. Cada quince o veinte segundos, los congresistas se ponían en pie y aplaudían al presidente, aunque lo que dijese fuese de perogrullo o no tuviese mucho sentido. Pero lo que más me llamó la atención es que, de vez en cuando, quienes aplaudían eran miembros del partido demócrata, incluida la candidata Hillary Clinton, eso sí, sin tanto entusiasmo como los repúblicanos con resorte para ponerse de pie. Daba la impresión de que, más que a Bush, aplaudían a la institución, a la figura del presidente elegido democráticamente por los estadounidenses. Lo veremos en los próximos meses también cuando, después de ponerse como los trapos en campaña, demócratas y republicanos se unan para respaldar a la persona que salga elegida presidente, haciendo piña. Lo han hecho siempre, con matices por supuesto, pero lo han hecho, y con ello generan confianza y buena convivencia. Aquí, en España, después del descuartizamiento entre candidatos durante la campaña, a quien resulta elegido presidente lo están esperando al día siguiente con el hacha de guerra y no le pasan ni una. Los estadounidenses tienen muchas cosas que no conviene imitar, sin duda, pero en cuestiones de democracia nos dan mil vueltas. Entre otras cosas porque tienen más experiencia, claro. También me gustaría ver aquí a los partidos políticos haciendo públicas las donaciones de empresarios a sus campañas, como sucede al otro lado del Atlántico. Claro, no les interesa en absoluto y si eso es así, es que algo hay que esconder, digo yo.

Pero es que aquí se puede hasta mentir. Y no pasa nada. Se puede mentir sobre cualquier asunto a los ciudadanos, incluidos las guerras y el terrorismo. La memoria frágil de gran parte de los electores, la desinformación y el desinterés sobre la política forman el caldo de cultivo ideal para los políticos mentirosos. En EEUU se juzgó a un presidente, Clinton, por mentir, y la atleta Marion Jones fue condenada a cárcel pero no por doparse, sino por mentir. Aquí hay que esperar a que lleguen unas elecciones para que, en el mejor de los casos, los que nos mienten reciban su castigo, porque aquí el verbo dimitir casi nadie sabe conjugarlo. Aprendamos un poco de otras democracias, de países donde existen los asuntos de Estado, donde las leyes están para cumplirlas, donde los sillones se airean cada cierto tiempo y donde la transparencia y las críticas al poder forman parte del juego. Sé que no es políticamente correcto, pero voy a terminar con una cita del discurso de George Bush. De quien se la escribió, quiero decir: “No podemos permitir que nuestras discrepancias se conviertan en ira”. Pues así nos va por aquí.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios