La ciudad y los días

carlos / colón

Epidemia de corrupción

ESTAMOS ya tan golpeados por los escándalos que afectan a todas las autonomías, a todos los partidos, a la banca y la empresa e incluso a los sindicatos -que debían ser el último bastión de defensa de los intereses de los trabajadores-, que ya leemos los periódicos y vemos u oímos los informativos sin que nada, no ya nos escandalice, sino tan siquiera nos sorprenda.

En estos días hemos podido leer los siguientes titulares: "Alaya imputa por prevaricación y malversación a Magdalena Álvarez"; "Diez detenidos y medio centenar de imputados en una nueva redada por los ERE"; "La Guardia Civil confirma el arresto del director del área de Empleo e Innovación en la Diputación de Sevilla, el secretario provincial de UGT en Cádiz y un dirigente de CCOO".

Hace unos años, incluso en la era de los grandes escándalos que empañaron los últimos mandatos de Felipe González, uno solo de estos titulares nos habría dejado estupefactos. Ahora los leemos todos los días como si tal cosa. Como los testigos de una epidemia de peste se acostumbraban a andar entre cadáveres. La corrupción se ha convertido en una peste. Siempre ha existido la corrupción, muchas veces se ha denunciado y juzgado, otras no ha podido probarse aunque era de dominio público y muchas corruptelas han debido pasar ignoradas. Pero en estos últimos tiempos emponzoña el aire político con carácter de epidemia.

Nadie se salva. Partidos y sindicatos, patronos y banqueros… "¡No todos son corruptos!", dicen los memos. Hombre, es que si todos lo fueran esto sería el fin del mundo. Epidemia no quiere decir que se infecten todos, sino muchos. Que los casos se generalicen. Se habla de epidemia cuando una enfermedad infecciosa ataca, simultáneamente y en un mismo territorio, a un gran número de personas; y cuando cualquier desgracia o mal se extiende u ocurre sucesivamente.

Nadie puede dudar que la infección de la corrupción política, sindical, bancaria o empresarial esté atacando a la vez en toda España; y que se extienda a una velocidad vertiginosa. Urge que un Ignacio Setnmelweiss descubra la importancia de la asepsia política, sindical, financiera y empresarial; que un Pasteur descubra la vacuna contra la rabia de la codicia; y que un Fleming descubra el antibiótico que detenga la infección. De lo contrario crecerán los microbios antidemocráticos de extrema derecha y extrema izquierda, mientras la mayoría sucumbirá a la astenia política.

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