Junto al aplastante triunfo de Ayuso, las elecciones madrileñas nos han dejado otro, parcial si se quiere, aunque de relevante trascendencia futura. El hecho de que Más Madrid haya superado al PSOE plantea de inmediato la hipótesis de que su matriz, Más País, pueda llegar a convertirse en una nueva y pujante alternativa en la izquierda nacional.

A día de hoy, los promotores del partido errejonista están convencidos de que tienen por delante un espacio político al alza. Con el ejemplo alemán como norte, aspiran a que la ola verde llegue también a España y utilizan una estrategia similar a la que, ahora y allí, le otorga al ecologismo posibilidades ciertas de victoria en los comicios de septiembre. El modelo de una renovación moderada, en la que se combinan términos como justicia ambiental, social y ecologismo, les parece adecuado para atraer votos de izquierda y de centro, procedentes sobre todo de estratos urbanos y de electores jóvenes. Las soñadas alianzas con formaciones territoriales (Compromís, la Chunta Aragonesista, Nueva Canarias, la IA de Teresa Rodríguez y hasta el Partido Regionalista de Cantabria) estructurarían una oferta periférica, coordinada, sensible a los diversos escenarios y en cierto modo transversal.

Nada que ver, al menos en apariencia, con el repelente caudillismo de Iglesias. Errejón tiene la virtud de no producir rechazo y de hacerse perdonar cuantos muertos va acumulando en su armario. Posee, además, el don de la paciencia, un entendimiento cabal de los plazos que le parapeta frente a la precipitación y la fugacidad. No hay prisa: de lo que se trata es de consolidarse en las autonómicas y municipales de 2023, fagocitando de paso -elegante venganza- al creciente guirigay morado, para levantar después un armazón de candidaturas asociadas, capaz de medirse con el proverbial centralismo socialista.

El tiempo dirá si la intención turquesa termina fructificando. Hay quien pronostica que, al final, todo el universo de la izquierda no socialista llamará a su puerta. Yo lo ignoro. Pero sí sé que imita con disciplina el famoso "pico y pala" de Aguirre. Despacito, sin molestar demasiado, ahuyentando miedos, conectando con las preocupaciones reales de las nuevas generaciones, fijándose y aprendiendo, como Felipe González, de las dinámicas germanas, Íñigo Errejón aguarda su oportunidad. De concretarse, su zarpazo mandaría al infierno el actual tablero político español.

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