HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Error antiguo

Después de una discusión infructuosa tenemos la triste sensación de haber perdido tiempo y energía en algo banal, razón más que sobrada para no discutir jamás sobre asuntos que plantean mucho y no pueden concluir en nada; por ejemplo, de la asignatura obligatoria Educación para la Ciudadanía. Si empezamos por considerar que 'ciudadanía' no es lo mismo que el masculino neutro 'ciudadanos', concluimos en que argumentar partiendo de un error no conduce a aclarar ideas sino a todo lo contrario: a la acumulación de errores. Para ese tipo de discusiones estaban los concilios bizantinos y, aun así, no eran tres dioses y se formaba la de Dios es Cristo. A los lectores les recomendamos que no discutan nunca, salvo muy en privado, con sus iguales y de cuestiones internas lo suficientemente claras. Para los demás, y para todo lo demás, un leve encogimiento de hombros, una sonrisa apenas esbozada y un pestañeo que finja ignorancia, nos harán salvar con bien cualquier escollo que nos pongan quienes nos piden opinión desde la opinión opuesta. Escribir en la prensa tiene sus riesgos, pero una impagable ventaja: los lectores forman una abstracción, no son personas conocidas.

El socialismo español no gana para disgustos y ya empezamos a dudar si se lo tienen merecido o no. La obligatoria Educación para la Ciudadanía, equivocada desde la obligatoriedad y el nombre, como ya hemos dicho, fue un intento más, igual que otros muchos desde los tiempos antiguos, de adoctrinar a los ciudadanos y dirigir sus mentes en el sentido deseado por los autores del invento. Lo asombroso no es el deseo insano, sino el creer que las mentes se pueden dirigir y que una ideología triunfa con ingeniería social. La experiencia del pasado debería hacer desistir de tamaño fracaso repetido, y como ilustración recomendamos una vez más la lectura de Los monstruos de la razón, de Rino Cammilleri, o la ambigua y contradictoria película V de vendetta, que gustó mucho a los púberes sentimentales, donde la tortura se defiende como un método revolucionario para descubrir a los delatores en potencia. Luego, cuando han resistido hasta el pelotón de fusilamiento, se les compensa con el síndrome de Estocolmo.

Además de inútiles, los adoctrinamientos políticos sirven para desconcertar y confundir a gente de muy pocos años. Otra cosa es la educación cívica, también bastante inútil de enseñar si no está en el ambiente. Hay ambientes favorables para la educación y sociedades, familias y personas educadas y maleducadas, pero las peores son las pseudoeducadas, las mejores para las intenciones de Educación para la Ciudadanía: educar para ser serviles, no para que los alumnos aprendan a pensar por sí mismos, a tener criterio para saber elegir; que no es nada más que enseñarles a ser libres, a ejercer sus libertades y a saber cuáles son los límites de la libertad para poder seguir siendo libres.

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