No diré que no tengo palabras de agradecimiento
Errores
Los políticos suelen decir una sarta de estupideces cuando se acercan las elecciones
Todos nacemos en blanco, sin conocimientos. Será a posteriori, con el paso de los días y con el aprendizaje -ya fuere por aculturación o por el esfuerzo de cada persona- lo que nos venga a amueblar la sesera con las ideas precisas para discriminar unos asuntos de otros en función de su idoneidad y de su necesidad. En definitiva, dotarnos con los instrumentos imprescindibles que nos permitan una cierta aproximación a la realidad y poder realizar así, con argumentaciones, una valoración de lo que nos rodea y si es posible, con unas dosis de equidad, de igualdad, de fraternidad, de solidaridad… salpimentadas con la salsa de lo que debiera ser el eje de todo comportamiento humano: una "Ética mínima", por citar a Adela Cortina.
Pero, claro, el párrafo anterior podría ser tildado por cualquiera como platónico, porque, a fecha de hoy, y después de siglos de convivencia, lo del "ideal" no deja de ser una boutade. Y como ejemplos, escoja usted los que desee.
Pero de lo que yo quería hablar hoy, es de la sarta de estupideces que dicen los políticos cuando se acercan unas elecciones -o no, a veces da igual-, y de las tragaderas que hemos de utilizar la ciudadanía con las retóricas y los retruécanos a los que nos someten los mismos, cuando les parece oportuno a tales enviados de la gobernanza, a sus directores de campaña o a los ideólogos de turno. Una verdadera industria de lo trivial, de lo fútil y de lo accesorio, olvidando lo esencial, que es lo que nos interesa a la comunidad de sufridores; o sea, a todos nosotros: el cómo comer, cómo sanar si se está enfermo, cómo educar a los hijos, cómo cuidar a los mayores, cómo dar protección a los más débiles, cómo disponer de un rápido sistema judicial cuando se producen atentados contra la dignidad de las personas y de los pueblos, cómo…, y aquí añada usted lo que desee, porque está en su pleno derecho.
El numerito del 2 de mayo en la Puerta del Sol de Madrid, protagonizado por dos instituciones de signo político antagónicos, es un buen ejemplo de lo que, para conseguir el poder o para mantenerlo en su caso, viene a demostrar sin fisuras, que todo vale en dicha empresa, y siempre habrá un oráculo en un lado y en otro que justifique lo que sólo tiene un nombre: falta de vergüenza. Félix Bolaños se equivocó y le ha hecho daño a Juan Lobato y a Reyes Maroto, y Díaz Ayuso también, pero, lo rentabilizará en votos. Y esto es lo que hay, mucho teatro para desgracia de todos.
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